MIAMI, Estados Unidos. – La democracia no tiene manera de lidiar con una dictadura añeja y desvergonzada como la de Cuba. Cada trampa que tiende no es para solucionar la debacle económica en la que han hundido al país, sino con el fin de permanecer en el poder mediante la explotación de recursos ajenos.
Ahora Cuba ha sido incluida por las autoridades estadounidenses en un cónclave de naciones latinoamericanas empobrecidas y envilecidas por nuevas versiones de experimentos sociales absurdos e improductivos como los observados en Venezuela y Nicaragua. Cuando, de hecho, la Isla fue el lugar que asumió la punta de lanza socialista en el continente hace 64 años.
Los cubanos recién arribados se hacen notar en Miami, la ciudad satanizada por el castrismo, donde han sido patrocinados desde el día cero de 1959. Andan presurosos cruzando avenidas de mucho tráfico con carpetas de “aplicaciones” laborales o en motos, donde se juegan la vida sin la más elemental protección.
Sin Miami, vale anotar, no habría país, o sea, Cuba. Antes de que existiera el nuevo término “patrocinador”, muchos hogares del sur de Florida ya estaban lidiando con el hospedaje de uno o varios “fronterizos”, palabra que denota a aquellos que cruzaron selvas y geografías inhóspitas para llegar a la entrada sureña de Estados Unidos.
No hubo que esperar por las tropelías de la dictadura o la hospitalidad legislativa del norte para que las familias cubanas dieran refugio a sus desterrados.
Cuando mi esposa y yo cruzamos esa misma frontera mexicana, hace 30 años, nos aguardaba el patrocinio del hogar de los Foyo, unos candorosos tíos de ella que ya antes habían intentado rescatar a sus parientes durante el éxodo del Mariel, sin éxito, porque la embarcación que habían gestionado fue abrumada por presos comunes, personas con privaciones mentales y otros desconocidos.
En aquel hogar del suburbio de Westchester encontramos el amparo que necesitamos para luego emprender solos nuestra nueva vida y reclamar miembros de la familia dejados atrás.
Sin esta cadena de sostén y patrocinio, es como si realmente la Isla se hubiera hundido en el mar y no debido al argumento patriotero del trovador sobre el destino revolucionario de la nación.
Miami y su resguardo han dado cobijo no solo al cubano sin esperanza sino a muchas de las características exitosas de la República, devastada desde temprano por el castrismo.
Cada vez que el ansia natural de escapar de aquel infierno se acrecienta, sin embargo, el Gobierno de Estados Unidos, nuestro valioso e insustituible patrocinador, no tiene otro remedio que intentar mitigarlo de diversas maneras. La más tristemente conocida fue la cancelación abrupta de la política de “pies secos, pies mojados”.
Ahora, para tratar de frenar la avalancha hacia la frontera mexicana, se creó una aplicación y se exige el mecenazgo de cubanos o entidades relacionadas con residencia legal en Estados Unidos para quienes soliciten emigrar por este medio.
Aquellos que no cumplan con dichos requisitos, vigentes durante los próximos dos años, no podrán acceder a territorio estadounidense, legalmente.
La dictadura observa impertérrita en lo que otros tratan de enmendar el caos en que han postrado a la nación mediante una doctrina insolvente, sin fecha de caducidad.
Siguen culpando al “bloqueo” y ahora a la llamada “inmigración irregular” de sus fracasos consuetudinarios.
Ya nadie escapa del comunismo. De hecho, muchos cubanos recién llegados insisten en no politizar sus ansias de mejor vida, para no perjudicar a familiares dejados atrás y para regresar tan pronto puedan en plan de auxilio o porque sienten nostalgia por las palmas y el Malecón. La jugada de la dictadura es poco menos que perfecta.
El desparpajo castrista sigue sacando ventaja de la civilización. No importa que en la Isla no aumente la población y pululen los ancianos desamparados. Mientras se garanticen las visitas familiares y las remesas, así como la reanudación de gestiones migratorias en la embajada de Estados Unidos en La Habana, y ahora se abra otra eufemística válvula de escape, la supervivencia de sus desvaríos está garantizada.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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