MIAMI, Estados Unidos. — El 4 de marzo de 1965 fue descubierta en la provincia de Matanzas una momia que generó toda una leyenda en torno a su hallazgo.
El cadáver fue encontrado por el doctor Ercilio Vento Canosa, médico forense, antropólogo e historiador oficial de la ciudad de Matanzas, en una de las galerías subterráneas del cementerio matancero San Carlos durante una limpieza de nichos.
En el momento de su descubrimiento, la momia se mantenía casi intacta, pues apenas le faltaban los ojos. Conservaba todas las vísceras, incluso los restos de la última ingesta.
Inicialmente no se supo cómo el cuerpo de la momia se conservó durante más de un siglo en tan inadecuadas condiciones, pues el pasadizo donde se encontraron los restos era húmedo y carecía de la oxigenación necesaria para su exitosa conservación.
La momia debió ser restaurada años después luego de que su tumba fuese profanada y su cuerpo destruido a martillazos. Su propio descubridor, Ercilio Vento, fue quien acometió esa tarea.
La investigación antropológica y cronológica llevada a cabo para la restauración de la momia concluyó en principio que se trataba de una mujer de 56 años, de raza europoide, que falleció en 1872 y que no tuvo descendencia.
Como parte del proceso de momificación, el cadáver de la mujer se habría reducido 14 veces en volumen y 16 veces en peso.
Investigaciones posteriores dictaminaron que la momia de Matanzas era Josefa Petronila Margarita Ponce de León Heredero, una mujer nacida en Guanabacoa en 1815 que perdió la vida en marzo de 1872 a causa de una infección respiratoria severa.
Tras haber pasado su juventud en Matanzas, Josefa fue a vivir a la capital luego de casarse con un hombre llamado Francisco Ande. La unión de ambos finalizó sin hijos.
Diversas reseñas coinciden en que Josefa fue embalsamada a petición de su familia, la cual pagó la suma de 1 000 pesos en oro para su traslado por barco hasta Matanzas.
El motivo de la momificación responde a que era un procedimiento de moda entre la clase alta de Cuba durante el siglo XIX, aunque los resultados del mismo solían ser poco duraderos.
Sin embargo, en el caso de Josefa Petronila Margarita Ponce de León Heredero sí tuvo éxito debido a que su embalsamador adicionó bicloruro de mercurio, un compuesto prohibido en la época por ser sumamente venenoso.