MIAMI, Estados Unidos. — El asalto al Cuartel Moncada es uno de los sucesos más relatados y ensalzados por el régimen castrista, que siempre ha presentado esa acción como un momento bisagra en la historia de Cuba.
Sin embargo, la versión oficial de los hechos omite momentos claves que marcaron el rumbo de los acontecimientos, como la pésima planificación de la acción, al tiempo que centra su atención en el asesinato de muchos de los asaltantes por parte de los militares de Batista.
El castrismo presenta a Fidel como el cabecilla de la acción, pero suele omitir que el Máximo Líder llegó tarde al Cuartel Moncada. Resulta que, pese a haber vivido y estudiado en Santiago de Cuba, Castro nunca encontró la carretera que conducía hacia la fortaleza militar.
Uno de los grandes mitos del castrismo es lo referente a la muerte de Abel Santamaría, a quien, supuestamente, le habrían arrancado los ojos antes de asesinarlo.
La versión castrista de lo ocurrido a Abel está recogida en el artículo Los últimos minutos de Abel Santamaría, publicado en el diario Granma el 24 de julio de 1973. En el texto, la autora da por bueno un falso testimonio de José Manuel Villa Romero, alias Toitico, quien fungió como jefe de la policía en Santiago de Cuba durante la administración Carlos Prío Socarrás, y que uno de los primeros detenidos por los sucesos del 26 de julio.
“Un soldado de apellido Batista y el sargento González, apodado “El Tigre”, le echaron una llave a Abel en el cuello; después el soldado le pinchó un ojo con la bayoneta”, sostuvo Villa Romero.
Sin embargo, la mayoría de los registros históricos sostienen que el exoficial no pudo ver ese bayonetazo, ya que ningún cadáver de los asaltantes al Moncada presentaba signos de tortura, tal y como confirmara el funerario Manuel Bartolomé, quien recogió los cuerpos por encargo del entonces alcalde de Santiago de Cuba.
Lo más probable, según testimonios de los mismos militares batistianos, es que Abel Santamaría y otros asaltantes hubiesen sido asesinados en la Granjita Siboney, a donde fueron conducidos bien entrada la noche.
A pesar de que muchos de los asaltantes fueron asesinados tras ser hecho prisioneros, no consta en ningún registro hechos de tortura, tal y como ha propagado el castrismo en las últimas seis décadas.
Para dotar a la acción de la dosis necesaria de heroísmo, la historiografía castrista tampoco ha hecho público que al menos 12 miembros del movimiento abandonaron antes del combate, incluidos el jefe de la célula del movimiento en Marianao, Hugo Camejo, quien escapó con Andrés García y Pedro Véliz.