LA HABANA, Cuba.- Si de ritmo se trata, Cuba es tierra de reyes. Así lo han demostrado a lo largo de nuestra rica historia musical artistas de la talla de Chano Pozo, Mongo Santamaría, Miguel Aurelio Díaz “Angá”, Enrique Plá, Tata Güines, Changuito y otros percusionistas reconocidos alrededor del mundo.
Entre todos ellos se encuentra Guillemo Barreto, nacido el 11 de agosto de 1929, un percusionista completo, de oído excepcional y diestro a la hora de interpretar cuanta partitura le ponían delante. El “drummer” le sabía a todo gracias a la formación musical adquirida en su infancia, primero bajo la guía de su padre, y luego con el maestro Rafael Ortega, de quien recibió clases de piano.
A pesar de su brillo individual, Barreto prefirió poner su talento al servicio de las más importantes orquestas de su época. El maestro Armando Romeu, fundador de la Orquesta de Música Moderna, reconoció el valor de contar con un percusionista como Barreto, dueño de una formidable estabilidad rítmica e impecable manejo en la instrumentación del jazz.
Mundialmente reconocido como timbalero, su verdadera pasión fue la batería, con la cual integró la orquesta del Cabaret Tropicana en los años cuarenta, entonces dirigida por el propio Romeu. Luego trabajó en la orquesta del Cabaret Sans-Souci y, en 1957, se integró a la de Bebo Valdés.
Su mantra como músico era “saber tocar con garbo”, no enredarse en solos prolongados que desconectaban a la audiencia, ni apurarse por demostrar un supuesto virtuosismo. Siempre disfrutó ser un percusionista acompañante, el respaldo perfecto que todo solista necesita, y la base rítmica que confiere mayor lucimiento a la melodía.
Guillermo Barreto fue protagonista principalísimo y a la vez disfrutó del boom de las grandes orquestas que maridaban los ritmos cubanos con diversos estilos del jazz, sobre todo en la década de 1950.
A lo largo de cuarenta años de fructífera carrera, compartió escenario con intérpretes como Nat King Cole, Lucho Gatica, Tito Puente, Tommy Dorsey y Johnny Richards. Colaboró con la Orquesta Sinfónica y el Ballet Nacional de Cuba, y en proyectos dirigidos por los maestros Frank Emilio y Sergio Vitier.