LAS TUNAS, Cuba. — El recibimiento en Las Tunas del equipo de béisbol tras su coronación en el estadio Latinoamericano de La Habana como campeón de la Serie Nacional 62 —durante una crisis socioeconómica sin par, con profusión de artificios y sonrientes comisarios del PCC (Partido Comunista) y de burócratas del Estado, como si fueran mecenas de las artes y el deporte y no cancerberos del régimen que mantiene a la mayor parte de la población en la ruina económica y, sobre todo, moral — me hizo recordar que hoy, en Cuba, no tiene aplicación ni aquella locución latina de cuya práctica tanto se valió Fidel Castro para enmascarar el totalitarismo y ganar simpatizantes, que dice: “pan y circo” (esto es: mantener apaciguada a las personas proveyéndolas de alimentos y de entretenimientos a bajo precio).
Lo que hoy solemos llamar populismo, y que funciona como una clientela política de no pocos regímenes —que no debe confundirse con las ayudas de gobiernos democráticos a ciudadanos desprotegidos o personas especialmente protegidas, como madres solteras, por ejemplo— tiene sus raíces en la antigua Roma, cuando, allá por el año 140 antes de nuestra era, Julio César hizo distribuir trigo gratuito o vendido a precios ínfimos a los pobres para así tener la aprobación de la plebe.
Con tal antecedente, varios siglos después, el emperador Aureliano todavía proseguía con esa práctica y hacía repartir dos panes per cápita a más de un cuarto de millón de personas, como hoy el régimen de Miguel Díaz-Canel no es capaz de suministrar a los cubanos, ni de forma gratuita ni mediante pago, como sí hicieron —unas veces a través de la cartilla de racionamiento y a precio ínfimo y otras “liberado” un poco más caro— los benefactores de Díaz-Canel, Fidel y Raúl Castro, que cada mañana, sin importar el “bloqueo yanqui” ni el abandono de los “camaradas soviéticos”, hicieron que las panaderías funcionaran en Cuba.
¿Será que de la técnica de “pan y circo” de los emperadores romanos, ahora los dirigentes del régimen de Castro y Díaz-Canel han dado prioridad a la farándula, suprimiendo el pan? Respondiendo a esa interrogante, cabría decir que más que el pan, hoy, abocados a la era post Castro, ahora más que nunca hay en Cuba dos linajes, que, parafraseando a Cervantes en El Quijote, son el “tener y no tener”, pero no es el poder del dinero, sino el político.
Consciente de que la población cubana de clase alta, media, e incluso la llamada acomodada, compuesta por pequeños propietarios rurales, comerciantes minoristas, empleados, operarios o técnicos, que, sin ser profesionales ni poseer propiedades, sí obtenían buenos ingresos o eran bien pagados por sus empleadores, no tolerarían un régimen comunista, bien temprano en 1959 ya Fidel Castro emplearía el procedimiento de “pan y circo” de los emperadores romanos para así ganar el apoyo de los cubanos económicamente menos favorecidos (entiéndase: campesinos sin tierras o con meros pegujales, obreros, empleados e intelectuales de bajos ingresos, que serían agrupados en asociaciones y sindicatos, y que, entre otras prebendas, ellos y sus familias podrían acudir a los llamados “círculos sociales”, que, en mayor número y en las principales ciudades del país, eran centros de recreación o diversos tipos de clubes expropiados, cuyos asociados eran personas o de la burguesía o con suficiente poder económico.
Pero la marea menguante castrista traería lo que llamarían supresión de las “gratuidades” (desayunos, meriendas, almuerzos, comidas, pasajes), que eliminaría no sólo lo que “te doy” para que “me des”, o dicho de otro modo: el pan y el circo. Así hoy en esta Isla larga y estrecha, que sólo no lo es geográficamente, y porque nos impidieron ser nosotros mismos con nuestros propios esfuerzos y libertades civiles tronchadas, todos somos más pobres de los que un día fueron pobres en Cuba.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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