LA HABANA, Cuba.- El 23 de agosto de 2001 murió en La Habana el pianista Frank Emilio Flynn, un ejemplo de voluntad, superación y talento entre tantas historias de grandes músicos cubanos. Desde su nacimiento presentó severos problemas de visión, consecuencias de un parto asistido con fórceps. A su discapacidad, que avanzaba rápidamente, se sumó la pérdida de su madre cuando solo tenía cinco años, y el posterior abandono del padre, quien lo dejó a cargo de sus tíos.
Comenzó a tocar el piano siendo pequeño y sin haber recibido ninguna formación musical. Su prodigioso oído se encargó de reconocer las notas y tonos para que sus manos ágiles hicieran el resto.
Con trece años, completamente ciego, inició su carrera profesional luego de ganar un concurso para amateurs. Se incorporó a una orquesta danzonera, en la cual permaneció por varios años hasta que, durante la trepidante década de 1940 y tras haberse graduado por la Asociación Cubana para Músicos Invidentes, creó su propia agrupación, que llamó Loquibambia.
Por aquella época Frank Emilio frecuentaba a los jóvenes cantautores del filin y buscaba en el piano un nuevo lenguaje, mezcla de jazz y ritmos cubanos. Los reveses de la economía impactaron con fuerza en su vida, de manera que tuvo que alternar su trabajo como músico con otras ocupaciones para llegar a fin de mes.
Fue de los primeros en participar en las jam sessions organizadas por el Club Cubano de Jazz, al cual se había afiliado. Dedicaba horas al estudio de los clásicos, con especial predilección por Bach, Mozart y Beethoven; pero le fascinaba la obra de Lecuona, una excelencia pianística a medio camino entre lo académico y lo popular.
Frank Emilio Flynn tocó en las mejores plazas de La Habana y también fuera de Cuba, sobre todo en los últimos años de su carrera, cuando fue reconocido como lo que verdaderamente fue: un pionero del jazz latino y una leyenda viva que influyó en todas las generaciones posteriores de pianistas cubanos.