LA HABANA, Cuba, 7 de febrero (Carlos Ríos Otero / 173.203.82.38 ) –La batalla por la libertad de información se desata en Cuba en dos vertientes: los 110 periodistas independientes y blogueros que informan al mundo lo que pasa en la el país y, por otra parte, los miles de ciudadanos comunes que independientemente, cada uno de ellos por su cuenta, buscan información alternativa por diferentes medios. A estos últimos las autoridades los acosan a veces con más saña aun que a quienes notifican al exterior.
La conexión clandestina a la TV satelital procedente de Estados Unidos, mediante entramados de cables que comunican a varios vecinos con el receptor, que es quien tiene la antena y el equipo, es muy popular en Cuba, principalmente en La Habana, donde se concentra el 27% de la población. Las telarañas clandestina de cables proliferan, se extiende por las azoteas, de casa en casa, haciendo que, a partir de un receptor, la TV satelital llegue en ocasiones a cientos de vecinos. Para impedirlo, la policía realiza frecuentes operativos y irrumpe en azoteas privadas e invade patios, sin orden judicial alguna que los autorice. En días recientes, la barriada capitalina El Cerro, fue escenario de una de esas redadas contra las antenas satelitales.
En las capitales provinciales y ciudades de la costa del norte de la Isla, la señal abierta de las estaciones de radio y televisión del sur de la Florida se puede captar mejor y con más frecuencia. En la costa sur, Radio Caracol, Radio Martí y la Voz de América (VOA), que llegan con más nitidez, son las preferidas.
Otra forma popular de hacer circular información libre, son los bancos clandestinos de video, que reproducen y alquilan películas, documentales y programas televisivos censurados, principalmente de la televisión de Miami. Los discos se alquilan y circulan de mano en mano entre familiares, amigos, vecinos y conocidos. Esta red se incrementó visiblemente a partir del año 2008, cuando el gobierno autorizó la venta de reproductores de DVD y computadoras en las tiendas en divisas (hasta esa fecha era ilegal la venta de esos equipos).
Aunque las autoridades imponen elevadas multas a los que solamente pagan para conectarse a la telaraña de cables y ver la televisión prohibida, y prisión y decomiso de sus equipos a los que venden el acceso, la gente, incluso funcionarios y militares, corre el riesgo con tal de ver algo diferente y saber qué pasa en el mundo. El fenómeno se está convirtiendo en una forma pasiva, pero masiva, de desobediencia civil.