MIAMI, Estados Unidos. – Aurelio Baldor es un nombre que resuena en las aulas y hogares de toda Latinoamérica. Su libro Álgebra de Baldor ha sido durante décadas una referencia esencial en la educación secundaria, moldeando el pensamiento lógico y matemático de generaciones. Sin embargo, detrás de esta icónica obra yace una vida llena de vicisitudes, dedicación y un amor inquebrantable por la enseñanza.
Nacido el 22 de octubre de 1906 en La Habana, Baldor llevaba en su apellido, que significa “valle de oro”, el legado de sus ancestros belgas que se establecieron en la Isla. Su vida no estuvo exenta de retos, siendo el más desafiante su enfrentamiento con la Revolución Cubana.
Durante las décadas de 1940 y 1950, Baldor no solo se destacó como autor sino que también fue un educador prominente en Cuba. Fundó y dirigió el Colegio Baldor en la prestigiosa zona residencial del Vedado en La Habana. La institución educativa, con una matrícula de 3.500 alumnos y una flota de 32 autobuses, reflejaba su pasión por la enseñanza.
Más allá de su aporte educativo, Baldor también era reconocido por su imponente estatura y personalidad carismática. A menudo se le veía caminando por los pasillos de su colegio con un libro de álgebra en mano y un cigarrillo en los labios, citando versos de José Martí.
A pesar de su estatus y contribuciones a la educación, el advenimiento del régimen revolucionario de Fidel Castro en 1959 marcó un punto de inflexión en su vida. Tras una visita del dictador al colegio, las tensiones políticas crecieron y Baldor enfrentó la posibilidad de arresto. Gracias a la intervención de Camilo Cienfuegos evitó la prisión, pero el peligro persistía. En 1960, Baldor tomó una difícil decisión: dejar Cuba y buscar refugio en México.
Este exilio fue una época de grandes desafíos para Baldor. A pesar de su renombre en Latinoamérica, enfrentó dificultades económicas y tuvo que adaptarse a una nueva cultura. Aunque más tarde se trasladó a Estados Unidos, buscando un ambiente más inclusivo, el destierro pesó en su ánimo.
El maestro, sin embargo, nunca perdió su espíritu de educador. En Estados Unidos, enseñó en el Saint Peters College de Nueva Jersey y continuó inspirando a jóvenes con su amor por las matemáticas. Aunque prosperó profesionalmente, el dolor del exilio y la añoranza por su tierra natal nunca lo abandonaron.
Uno de sus hijos, Daniel Baldor, ha recordado con cariño y admiración a su padre: un hombre devoto, comprometido con su familia y su patria, que a pesar de las adversidades nunca perdió la esperanza. Para él y muchos otros, Aurelio Baldor fue más que un matemático; fue un símbolo de resiliencia y dedicación.
Aurelio Baldor falleció el 2 de abril de 1978, dejando un legado educativo que trasciende fronteras. Su obra sigue siendo una herramienta esencial en la educación de jóvenes de toda Latinoamérica.