LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -El 1º de diciembre se celebró el Día Mundial de Respuesta al VIH-SIDA. Los cubanos no estamos exentos de este flagelo, sin embargo, no los medios de difusión –todos estatales- no aprovecharon la ocasión para dar información sobre el tema.
En el periódico Juventud Rebelde de ese día solamente se hace una breve alusión a la fecha, cuando es necesario educar a una gran parte de la población que, por miedo y desconocimiento sobre la enfermedad rechaza a las personas infectadas por el terrible virus.
Tal es el caso de Julio, un joven educado y trabajador, que conocí cuando aún no estaba infectado con el virus y trabajaba en una casa que alquilaban a extranjeros. Cuando supo de su diagnóstico seropositivo, se lo comunicó a la dueña de la casa. Esta lo mantuvo en su trabajo y lo cuidaba, según él, como a un hijo.
Pero un día, el esposo de la dueña, sin motivo aparente, lo despidió. Ella intervino en su defensa y le dijo al hombre: “No hagas eso, que él está enfermo y necesita el trabajo.” La respuesta fue tajante: “Por eso mismo, porque tiene sida, no lo quiero aquí.”
“Ahora estoy trabajando en otra casa –me cuenta Julio-, pero ni muerto les digo que soy seropositivo.” En estos días ha tenido el hígado inflamado, pero hace el tratamiento sin faltar al trabajo.
Encontrar empleo es bastante difícil para estas personas, que no pueden realizar determinadas labores fuertes, y que son rechazados no solo en el contexto laboral, sino también en el social.
Eduardo adquirió la enfermedad a finales de la década de los noventa. Comenzó a recibir una pensión de doscientos pesos mensuales por Asistencia Social (unos diez dólares), más cincuenta pesos para ir a un comedor popular. Pero hace dos años esta pensión les fue retirada a los que, como él, están en edad laboral. Sobrevive gracias a la solidaridad de un amigo que vive en España, y cuando puede le manda dinero y medicinas.
Me relató que por la Organización Mundial de la Salud recibían por mes tres litros de jugo de frutas, un kilogramo de harina lacteada, dos latas de carne, dos de albóndigas y dos de salchichas, tres paquetes de arepas, más tres litros de aceite cada dos meses. Inexplicablemente, hace algún tiempo que solo reciben una latica de salchichas por mes y tres pomos de aceite cada dos meses.
También tienen asignada una “dieta médica especial”, mediante la cual el gobierno les vende un paquete de un kilogramo de leche entera en polvo cada once días, una bolsa semanal de yogurt natural, y mensualmente cuatro latas de pescado o seis libras de jurel, más una libra o libra y media, alternativamente, de carne de res.
Dice José, otro joven seropositivo, que la asistencia médica es buena, que reciben tratamiento, y a quienes necesitan antirretrovirales, como él, se los suministran. No obstante, para vivir más tiempo y con mayor calidad de vida, también se necesita una alimentación adecuada.