LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 – No resulta aventurado afirmar que una de las ocupaciones más ingratas de la nomenclatura castrista es la de secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). La razón es muy sencilla: se trata de una organización sindical, y por tanto debía de tener como prioridad la defensa de los intereses de los trabajadores; pero, por otra parte, al ser un ente oficialista, no le queda más remedio que acatar las directivas de la clase gobernante.
No dudamos, por ejemplo, de que un capítulo de esta contradicción haya minado las últimas fuerzas de Lázaro Peña allá por los años 70 de la pasada centuria. Corría el año 1973, y se preparaban las condiciones para efectuar el XIII Congreso de la CTC. Para la cúpula gobernante era imprescindible derogar la Ley 270, que se había promulgado a principios de la revolución, en la etapa de la locura idealista instigada por el Che Guevara, y que les garantizaba a los jubilados una pensión ascendente al 100% de su salario.
Cuando las autoridades comprobaron que la economía no soportaba tan exorbitante erogación, le encomendaron al viejo Lázaro la misión de recorrer todo el país para tratar de convencer a los trabajadores de que el gobierno ya no podía ser tan “buena gente” como antes. Largas y extenuantes asambleas debió afrontar el dirigente sindical, enfrascado en interminables discusiones con colectivos laborales que no entendían el porqué de esa medida. Apenas cuatro meses después de concluido el XIII Congreso -cuando por fin se derogó la Ley 270-, fallecía Lázaro Peña en marzo de 1974.
Cuatro décadas más tarde, presenciamos una historia parecida, esta vez con el protagonismo a cargo de Salvador Valdés Mesa, quien recorre el país como parte de los preparativos del próximo XX Congreso de la CTC. Ahora el líder sindical oficialista es nuevamente portador de noticias nada agradables para los trabajadores: el XX Congreso no centrará su atención en las demandas de incrementos salariales, ni en otras soluciones materiales a que aspiran los colectivos laborales. Todo el esfuerzo será para lograr la materialización de los Lineamientos Económicos y Sociales del país, y el cumplimiento de los acuerdos del VI Congreso del Partido Comunista. Además, el señor Valdés Mesa anunció que el nuevo Código del Trabajo, a implementarse también en el contexto de la próxima cita obrera, estará desprovisto de paternalismos y contendría un mayor rigor en sus acápites.
Los anuncios del Secretario General de la CTC deben de haber caído como el clásico jarro de agua fría sobre las espaldas de los trabajadores, particularmente lo concerniente a la imposibilidad de aumentos salariales. Porque ese, seguramente, iba a ser uno de los planteamientos centrales del evento, máxime si se considera la creciente carestía de la vida. Entonces es muy probable que, tras desvanecerse las expectativas que pudo crear el congreso, continúe la tendencia al decrecimiento en la afiliación sindical que se aprecia en algunos territorios y sectores de la economía; una tendencia a la que también se ha referido Valdés Mesa. Aunque, claro está, el jerarca sindical decidió “botar el sofá” y no ir al meollo de la cuestión. Expresó que ese fenómeno se debía al mal trabajo de las organizaciones sindicales de base, en vez de reconocer que se trata de un mal endémico de los sindicatos oficialistas, meros apéndices de la maquinaria del poder.
Sí, claro, el señor Salvador Valdés Mesa puede haber respirado con alivio al conocer su designación como vicepresidente del Consejo de Estado. A lo mejor piensa que, en lo adelante, sustituya al parlamentario mayor, Esteban Lazo, en la recepción de las cartas credenciales de los embajadores extranjeros, o en el recibimiento a los visitantes del África negra.
La encomienda de presentar la cara ante los trabajadores, que se la encasqueten a otro.