MIAMI, Estados Unidos. – Un reciente estudio realizado a 27 familias residentes en provincias orientales de Cuba confirmó la presencia de un 20,2% de genes amerindios en su ADN, lo que corrobora la descendencia directa de los aborígenes que habitaban la Isla antes de la conquista.
La investigación y el libro resultante, titulado Cuba indígena hoy. Sus rostros y ADN recibieron el Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba 2023 en la categoría de Ciencias Sociales y Humanísticas, de acuerdo con la agencia estatal Prensa Latina.
El análisis, que se enfocó en familias de nueve municipios de las provincias de Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, reveló que algunos individuos de dos familias específicas presentaban hasta un 38% de componentes genéticos amerindios.
Según la doctora Beatriz Marcheco Teruel, directora del Centro Nacional de Genética Médica y miembro del equipo de investigación, “los resultados del Proyecto Cuba Indígena marcan un hito en el acontecer científico y cultural del país y plantean, de manera fundamentada, otra lectura de la historia nacional”.
El estudio se basa en investigaciones anteriores que indicaban la existencia de comunidades aborígenes en las montañas orientales de Cuba, aunque estos trabajos previos se enfocaban principalmente en análisis antropológicos. “En exploraciones precedentes con una muestra de más de 2.000 personas de todo el país, habíamos encontrado que, como promedio, un 8% de la información genética actual de los cubanos procede de ancestros amerindios y está trasladada, fundamentalmente, por vía materna”, explicó Marcheco en una entrevista con el diario Granma.
Hace 15 años, el Centro de Genética Médica desarrolló un proyecto científico para caracterizar las proporciones de mezcla étnica en el genoma de las generaciones actuales de cubanos. Este proyecto inicial buscaba identificar posibles relaciones entre la información genética y el estado de salud. “En ese estudio resultó especialmente interesante confirmar el alto grado de mestizaje de la población cubana que comprobaba genéticamente el apotegma del abuelo blanco y el abuelo negro”, puntualizó la especialista.
La idea de realizar un estudio específico sobre la herencia aborigen surgió de un trabajo previo liderado por Alejandro Hartman, director de la Oficina del Conservador de Baracoa en Guantánamo, quien ya había identificado a las familias. El proyecto “Cuba Indígena” se enfocó en comunidades de la zona montañosa al oriente del país, generalmente en lugares apartados y de difícil acceso.
Marcheco destacó los aportes de las culturas amerindias preteridas, subrayando su “concepto de felicidad humana desvinculado de patrones consumistas, el reconocimiento de la naturaleza como sujeto y no como objeto, la visión humanista y la economía de subsistencia”.
Estas tradiciones originarias, latentes en la subjetividad y prácticas sociales de los descendientes de los pobladores premodernos de la Isla, así como de las poblaciones campesinas cubanas, “hacen parte de la sazón del ajiaco que somos”, concluyó.
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