PUERTO PADRE, Cuba.- Una historia tonta, pero muy bien contada para sus fines de distracción política, sobre un supuesto saboteador solitario llegado a Cuba en algo así como una bicicleta acuática mejorada, armado con pistolas cual un cowboy y, que al desembarcar, en lugar de borrar huellas, deja tras de sí un reguero de balas como diciendo, “¡cuidado, aquí va un chico malo”!, es la última combinación operativa exitosa del régimen totalitario castrocomunista, disparada a los ojos de Cuba y del mundo cual una bomba de humo.
Sí, ¡cómo no!, tal historia montada como una obra de teatro para la televisión, ha funcionado cual cortina de humo para el enmascaramiento de un teatro de operaciones militares complejo, y menos nebulosa no podía ser esta maraña, cual pata de gallina creada para confundir, enrarecer y en definitiva hacer mirar al lado equivocado, como al que le tuercen el cuello, por oficiales de lo que en otro tiempo se llamó “la ideológica”, que, como su nombre lo indica aunque con otras denominaciones hoy, son unidades de la Seguridad del Estado del Ministerio del Interior (MININT), diseñadas para ejercer control operativo, y muy específicamente, prevención, en los medios de comunicación, la educación, la cultura, las juventudes y en la opinión pública toda.
Y digo que la combinación operativa resultó exitosa, porque estuvo concebida como medio de propaganda y según los cánones de la sociología de la literatura, donde no importa cuán bien o mal se hable o se escriba de una obra, sino que para incrementar las ventas y llegar al best seller lo importante es que el autor y su libro estén en el candelero de la prensa.
Una combinación exitosa
Y en este caso, para el cuento del saboteador que llegó a Cuba en una motoneta acuática, más publicidad no han podido tener los “ideólogos” de la policía política, precisamente, en vísperas del 11-J, cuando buscaban que se hablara de cualquier cosa, menos del 11-J o de cualquier otro tema vinculado con las protestas populares o la resistencia cívica.
Pero como dice el refrán, “al que no quiere caldo se le dan tres tazas”. Si estos hacedores de historias quieren hablar de sabotajes, pues, hablemos de sabotajes y de genocidios. Pero no de sabotajes que nos recuerdan el delito imposible, ese que por los actos realizados, por el medio empleado por el agente para intentar perpetrar el delito o por el objeto respecto al que se ha empleado su ejecución, evidentemente, tal acción no podía realizarse, por lo que más que un crimen en concurso ideal, este caso nos recuerda el histrionismo de policías al elaborar historias para montar combinaciones, como esta, del motorista acuático con su pistola modelo 1911, que, supuestamente, vino a realizar estragos.
Destruida Cuba como está… ¿Qué centrales azucareros, cañaverales, vías férreas, termoeléctricas, industrias, puertos pesqueros o mercantes, hoy pueden ser objetivos de un saboteador en Cuba…?
Los “sabotajes”
En los años sesenta del pasado siglo, el régimen acusó, encarceló y muchas veces fusiló personas llamadas “contrarrevolucionarias” por delitos de sabotaje, consistentes en quemar cañaverales, comercios rurales llamados “tiendas del pueblo”, dañar industrias, maquinarias, medios de transporte, vías de comunicación y cualquier objetivo con importancia política, militar o económica para el régimen castrocomunista, que, ciertamente, aunque sí aumentó las penas pudiendo llegar a la pena de muerte, que ejecutó en no pocas ocasiones, no inventó el delito de sabotaje, que es un delito de daño y de peligro, con precedentes en el Código de Defensa Social de 1936, que sustituyó al Código Penal español de 1879.
Pero por sus resultados, el de la ruina nacional total, equivalente a un delito de genocidio perpetrado de forma continuada desde 1959 y hasta el día de hoy, bajo las órdenes directas de los hermanos Fidel y Raúl Castro, fueron y son los más altos dirigentes del régimen totalitario castrocomunista y sus colaboradores de todos los rangos, militares, policiales, políticos, judiciales y de la administración del Estado, los saboteadores más letales, tóxicos, destructores, funestos, y macabros que ha sufrido el pueblo de Cuba, incluso, asumiendo como cierto que los acusados y sancionados por delitos “contrarrevolucionarios” fueran autores de los estragos y muertes que en su día le fueron imputados y por los que pagaron con la cárcel o la muerte.
Los verdaderos saboteadores
Y es que el éxodo de la nación cubana, la rebaja moral de la identidad nacional, la condición de chusma de vastos segmentos de población sin importar su instrucción técnica o profesional, “artística” o “intelectual”, y en suma la destrucción de los valores que alzan al ser humano sobre la condición de animal dañino por su agresividad o veneno, superan cualquier estimación de daños materiales, con todo y que por mantenerse en el poder, la dictadura castrocomunista destruyó no sólo la población rural, sino incluso, su folclor, la cultura del batey, esa que dio olor y sabor al campo cubano, incluso en sus ángulos de mayor pobreza.
Pero, primero, con la eliminación de la propiedad privada agropecuaria y sobre todo agroindustrial azucarera, y luego, con el fin de las subvenciones comunistas provenientes de Moscú, mostraron al castrocomunismo tal cual era y es: un régimen en lo político, policial; y en lo económico, manirroto.
Así, el campo cubano, la ganadería y la agroindustria azucarera, principal fuente de ingresos nacionales y por exportaciones, terminaron en la ruina que vemos hoy, al punto de que, si volvieran a surgir alzados “contrarrevolucionarios”, como en los años 60 del pasado siglo, ellos, que según la historiografía oficial quemaron colegios de primaria y comercios rurales, ya no tendrían poblaciones campesinas con escuelas ni con “tiendas del pueblo” que sabotear. Luego… En Cuba, ¿quiénes son los saboteadores?
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