PUERTO PADRE, Cuba.- Oyendo las palabras triunfalistas, bravuconas o plañideras, siempre retóricas, con mucha labia y escasos o nulos resultados que año tras año repitieron los hermanos Fidel y Raúl Castro y su tribu –que es el mismo discurso vano que ahora repiten Miguel Díaz-Canel y cofradía en la llamada “Asamblea Nacional del Poder Popular”, donde los cubanos tenemos tan escaso poder que ni a nimiedad llega a través de los llamados “diputados” que supuestamente debían presentar reclamos ciudadanos, amparos para derechos civiles, económicos y políticos conculcados, pero, que en lugar de la voz ronca demandante muchos tienen las manos llagadas de tanto aplaudir boñigas–, apagué el televisor y me fui al librero.
¡Misterios…! ¿Ahora Cuba no tiene quien le preste dinero…? Pues así parece. Al comenzar a hojear un libro, me encontré con la Resolución No. 2 de 17 de septiembre de 1960, “Nacionalización de los bancos norteamericanos”, libro que devolví a su lugar por tóxico, pero luego debí retomar a pesar del veneno, porque cuando busqué algo más suave, inocuo en mis viejas revistas estadounidenses, Life y Selecciones, y vaya usted a saber, en una Reader´s Digest de 1956 leí un anuncio que, vamos… ¡Cuánto quisieran hoy Díaz-Canel, Manuel Marrero y sus ministros y todos los cubanos, si pudieran, acudir a él! Pero no. No pueden.
La ubérrima Cuba
Siguiendo a Fidel y Raúl Castro el 17 de septiembre de 1960, los cubanos le partieron el pescuezo a la gallina de los huevos de oro, y ahora, en Cuba no hay azúcar, no hay café, no hay ganado, no hay comida, no hay nada, porque no hay un banco al que pedir dinero para invertir en la tierra o en el mar, para ahora mismo, comenzar a producir alimentos en… la ubérrima Cuba.
Bueno, volvamos al inicio. Pues, resulta que en la vieja Reader´s Digest me encontré con un anuncio de The First National Bank of Boston, titulado: “La ubérrima Cuba, proveedora del mundo”, donde decía hace la friolera de 67 años que “el vigor y la prolijidad de recursos de las empresas cubanas” habían convertido a esta floreciente república en una de las principales productoras mundiales de azúcar y tabaco.
“Sus numerosas plantaciones llenan cabalmente la cuarta parte de la producción mundial de azúcar. Y el suave aroma del excelente tabaco habano se ha conquistado la aclamación entusiasta de los fumadores de todos los climas”, decía el anuncio, afirmando:
“Para atender a las crecientes necesidades bancarias de la industria cubana, The First National Bank of Boston mantiene desde hace tiempos oficinas en La Habana, Santiago, Cienfuegos y Sancti Spíritus. En esta forma este Banco ha gozado por muchos años de una cordial asociación con Cuba y sus amigables ciudadanos.”
Si hubiera una sucursal…
Óiganme… ¡Cuánto quisieran los comunistas hoy tener una sucursal del Banco de Boston!
Sí, en al menos una, de esas cuatro provincias que la empresa financiera estadounidense promocionaba en 1956, y que afirmaba haber “gozado por muchos años de una cordial asociación con Cuba y sus amigables ciudadanos.”
Pero no es posible en las actuales circunstancias de un régimen totalitario, como el castrocomunista, porque según el viejo adagio bíblico, al que hierro mata, a hierro muere.
Y ahora la economía cubana está moribunda no porque como dicen algunos, Miguel Díaz-Canel dejó de hacer esto e hizo mal aquello.
¡No, no se engañen! La economía cubana comenzó a morir el 17 de mayo de 1959, cuando Fidel Castro, siguiendo sus ideas comunistas, las de Raúl Castro, el Che Guevara y cofrades y desoyendo los consejos de sus propios ministros, incluso las advertencias del ministro de la Agricultura Humberto Sorí Marín, que terminaría fusilado, promulgó la mal llamada Primera Ley de Reforma Agraria, que en lugar de eliminar el latifundio improductivo, estatizó y monopolizó la producción agropecuaria en Cuba, eliminando la propiedad rural, la agroindustria azucarera y agropecuaria y en suma, la economía de mercado.
Bancos sin dinero
Los comunistas, con sus bancos sin dinero y con el peso cubano depreciado como nunca antes en la historia, en suelo cubano no cuentan con bancos privados a los que acudir, ni cubanos ni estadounidenses, como en otro tiempo sí existieron.
Si mediante la Resolución No. 2 de 17 de septiembre de 1960, “Nacionalización de los bancos norteamericanos”, fueron expropiados de forma forzosa, y adjudicados a favor del Estado todos los bienes, derechos y acciones de los bancos The First Nacional City Bank of New York, The First Nacional City Bank of Boston y The Chase Manhattan Bank, poco después, el 13 de octubre de 1960 y mediante la Ley No. 891, fue dispuesta la expropiación forzosa y adjudicación a favor del Estado de “todas las empresas bancarias privadas nacionales, ya se trate de bancos de depósitos y crédito, hipotecarios, o de fomento y desarrollo, así como todos los bienes, derechos y acciones pertenecientes a las empresas bancarias radicadas en el territorio nacional, inclusive sus cuentas y depósitos bancarios en el extranjero”.
Fue aquella una acción de despojo que recuerda un asalto a mano armada con trascendencia hasta el día de hoy.
Y la repercusión del escalo bancario por parte del régimen castrocomunista no sólo ha sido económica, vista en el panorama de crédito e inversión hoy, sino también de descrédito moral, de desconfianza empresarial y ciudadana hacia un sistema financiero en el que, si alguna vez alguien creyó, hoy no es posible creer en él ni poseyendo un capital de ilusión, como ese que Díaz-Canel y sus ministros quieren vendernos a los cubanos. Pobre Cuba, menesterosa con un suelo ubérrimo.
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