HOLGUÍN, Cuba. – En las provincias cubanas, las actividades por el 26 de Julio se revisten, como es costumbre, de una oratoria triunfalista y vacía. Los discursos oficiales, en su eterna repetición de las mismas ideas, dibujan un país próspero que solo existe en la imaginación de la cúpula castrista.
Mientras, la cúpula del régimen teme, y con razón, que una chispa de espontaneidad pueda incendiar su fantasía.
En las intervenciones no se escucha ni un susurro sobre la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional (SSAN), ni sobre las 63 medidas para dinamizar la producción agropecuaria que han quedado en el papel. ¿Y la bancarización, el programa de construcción de viviendas, la Tarea Ordenamiento? Todos son temas silenciados en los discursos de los actos por el 26 de Julio, porque admitir los errores y fracasos sería reconocer que el pueblo paga el precio de las decisiones mal tomadas.
No hay avances. Los indicadores de desarrollo social y económico caen en picada con cada sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, mientras los discursos en los actos que “celebran” el 26 de Julio se mantienen en su espiral de autoengaño.
Los actos presentan una muchedumbre obligada a asistir bajo la amenaza velada de represalias. La desmotivación para celebrar el 26 de Julio es evidente. Las calles, desprovistas de adornos alegóricos, están marcadas por el desánimo de un pueblo que ha sido privado de sus necesidades básicas por más de seis décadas. Los únicos “adornos” visibles son los carteles que anuncian los precios prohibitivos de los productos de primera necesidad, una irónica decoración que ningún orador menciona en sus discursos.
La “conmemoración” del 26 de Julio no solo es una ofensa al pueblo, sino también a todos aquellos que fallecieron durante y después del asalto al cuartel Moncada en 1953. Para intentar dar una falsa alegría al pueblo, las autoridades suspendieron los apagones este 25 de julio y ordenaron la venta de un poco de arroz y aceite en las bodegas, después de meses de escasez.
Por otro lado, la fecha sirve para evidenciar, con más intensidad, el fracaso de los Comités de Defensa de la Revolución, que otrora celebraban la fecha con entusiasmo y hoy no son más que un espectro incapaz de ocultar el descontento generalizado. El pueblo está más preocupado por sus necesidades básicas que por los actos políticos. “¿Qué comeré hoy?”, esa es la pregunta que domina a la gente en la Isla.
Muchos cubanos están en desacuerdo con la imposición del régimen castrista de denominar al 26 de julio como Día de la Rebeldía Nacional. Como parte de la farsa, se inauguran nuevas obras, apresuradas y mal construidas, para aparentar un progreso que no existe.
Han sido incumplidas las promesas del dictador Fidel Castro Ruz en su alegato La historia de me absolverá, escrito mientras guardaba prisión por el asalto al cuartel Moncada. Al final, lo que queda es la tristeza y la resignación de un pueblo que mira con escepticismo las promesas vacías y las fiestas impostadas.
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