PUERTO PADRE, Cuba.- Confieso que fui iluso, sí, ingenuo. Y en mi caso el exceso de confianza es peligroso por desmemoria, porque desde muy chico ya mi padre me había advertido: “El camino más corto para llegar a la derrota es menospreciar las fuerzas de tu contrincante.” Pero el pasado jueves, olvidado del sabio consejo de mi padre, a dos amigos dije: “Maduro es un bravucón de quincalla… Vamos a ganar en Venezuela. Por el bien de ellos y por el bien de Cuba y de América”.
“Esperemos entonces… y que esos millones de venezolanos salgan a votar en su contra”, respondió mi joven editora, pero Tommy, un periodista cujeado en el oficio de auscultar maleantes, me dio la callada por respuesta. ¡Cuán atinado fue el silencio de Tomás! No. Nicolás Maduro no es un bravucón de quincalla, según dije, y según demostró ayer, Maduro es un bravucón, sí, pero no es el mero objeto en un estante de baratijas, sino que es el dueño de la quincalla en que el castro-chavismo transformó a Venezuela.
Y, bueno hubiera sido si el único iluso hubiera sido yo, pero se da el caso que como yo, hemos sido millones de personas en todo el mundo los engañados, al creer, como creímos, que Nicolás Maduro respetaría el voto del pueblo venezolano, ¡y nada menos…!, en unas “elecciones” convocadas en el 70 cumpleaños de Hugo Chávez, por lo que cabe preguntar: ¿Alguien en su sano juicio puede creer que Nicolás Maduro convocaría a “elecciones” el 28 de julio para declarar muerto al chavismo el día del nacimiento de Chávez…?
Si el impedir veedores internacionales no fue justipreciado como fue, una prueba del crimen en concurso ideal, y si el ciudadano común no poseía las herramientas para advertir cómo el voto de los ciudadanos venezolanos sería robado por Nicolás Maduro y sus compinches, hay que admitir que, quienes en nuestras aptitudes sí poseemos los instrumentos registradores del crimen, desde su etapa de ideación hasta su perpetración, debemos admitir que fallamos a nuestras comunidades, por sentarnos a esperar un acontecimiento al que la lógica no apuntaba, como fue pensar que, por ser multitudinario el voto opositor, fuera aceptado por Maduro y su tribu de asaltantes de poderes públicos.
Pasé este domingo de elecciones en Venezuela pendiente de las noticias e indicios que allí se producían. Y puede que fuera casual, pero en trabajo operativo no creemos en casualidades, porque precisamente, en este quehacer de símbolos, en gran medida el trabajo se ocupa de hacer pasar por fortuito lo que en realidad lleva días, meses o años de previsto, y no tuve dudas de cómo premeditadamente ya se cometía el robo de los votos de la oposición, cuando sin palabras Nicolás Maduro anunció su “victoria”, primero, al momento de depositar su voto, pues en un cartel a su espalda podía leerse algo así como “Felices Vacaciones”, ¿vacaciones para quién…? Y luego Maduro, ya pasadas las cinco de la tarde, y como diciendo, no se hagan ilusiones, mostró la camiseta de campeón que Maradona le había obsequiado.
Pero esas sólo son minucias, sutilezas de un trampero con ínfulas de presidente “democráticamente elegido”. En realidad en Venezuela unas cosas son antes y otras después de las elecciones, cerrados los colegios electorales. Venezuela es una dictadura con disfraz de democracia, porque según hemos visto en todos estos años de castro-chavismo, aunque unos crean que allí existen poderes independientes, no hay allí separación de jurisdicciones, sino un acatamiento, una subordinación directa del poder legislativo y judicial al poder ejecutivo, el de un “presidente” que no es tal porque su origen y proceder es el de un prosaico dictador.
Así hemos visto matar, encarcelar, torturar, desterrar e “inhabilitar” a opositores políticos, y, asistidos como están por cubanos y rusos, la convocatoria de elecciones supuestamente democráticas para una vez ejercido el voto ciudadano proceder al robo de las urnas, es hoy y ha sido antes el proceder de la dictadura venezolana para perpetuarse en el poder.
“El presidente Nicolás Maduro ganó las elecciones este domingo en Venezuela con el 51% de los votos (con 80% escrutados) informó el Consejo Nacional Electoral (CNE)”, leí pasadas las 00:25 horas de la madrugada de este lunes en CNN Español.
Y según ese reporte, quien debió ocupar el lugar de la “inhabilitada” líder de la oposición, María Corina Machado, el ex diplomático Edmundo González Urrutia, sólo obtuvo el 44.2% de los votos, cuando según todos los pronósticos, tenía a su favor el 59,68% de la intención de votos, mientras a Maduro solamente se le adjudicaba un lejano 14,64% de apoyo en las urnas, urnas que a ciencia cierta, esto es matemáticamente, por alguna razón la dictadura de Maduro oculta.
¿Qué va a suceder en Venezuela luego del robo de los votos de los ciudadanos venezolanos…? Pues ya lo han dicho presidentes latinoamericanos democráticamente electos. Las cifras divulgadas por el régimen de Maduro son “difíciles de creer”, y en esas circunstancias, ningún Gobierno del mundo salido de las urnas, debía reconocer la “presidencia” de Nicolás Maduro que es el resultado de un crimen atroz: el asalto a la voluntad ciudadana y el secuestro de su elección.
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