MIAMI, Florida, febrero, 173.203.82.38 -La sesentava edición del festival de San Remo cerró sus puertas el pasado 20 de febrero. Este año el premio correspondió a Roberto Vecchioni por su poesía canción Chiamami ancora amore. La premiación a los nuevos valores se la llevó Raphael Gualazzi, con el formidable jazz titulado Follia d’amore. Detrás quedaron otros valores no menos merecedores del premio. En particular el que defendiera el dúo ocasional conformado por Emma y Modá y la letra de Amanda e libera, interpretada por Albano.
Resalta que en medio de tanta producción mediocre y vacía aparezcan estas composiciones que hablan de amor desde una perspectiva elevada. Mejor aún que el público las prefiera para premiarlas y que para ello no haga distinciones de dudoso valor estético. El ganador Vecchioni arrasó con la mayoría de los televotos, a pesar de sus 67 años de edad. Por su parte el más joven, escogido para representar a su país en Eurovisión, ganó el favoritismo con un tema que resulta una rareza en los tiempos que corren.
Pero hay algo más que me provocó la admiración en esta edición de San Remo. En la segunda gala del festival hubo un momento especial dedicado al actor Andy García. La celebridad del cine norteamericano apareció sobriamente en un escenario que aparentaba estar poco conectado a la presencia del artista y donde parecía que su intervención quedaría circunscrita a una conversación sobre la trayectoria y el éxito alcanzado en filmes que lo llevaron a la cima de Hollywood. Pero no hubo nada de eso.
Andy García, recibido como un norteamericano que ha triunfado en el mundo del celuloide, se identificó a tiempo completo como cubano. Una de las primeras preguntas dirigidas al invitado por el cantante Gianni Morandi, en rol de conductor para esta emisión de San Remo, fue aprovechada por Andy para traer a colación el tema cubano. Cuestionado sobre su personalidad y sus impresiones sobre Italia, dijo que los cubanos son muy parecidos a los italianos. Destacó además su predilección por la comida del país europeo que en Cuba goza de gran aceptación.
En la breve entrevista, lejos de hablar de sus triunfos personales, Andy dejó transpirar la añoranza por la Isla en la que nació y que dijo nunca ha visitado, pero con la sigue unido entrañablemente. Habló de un próximo proyecto fílmico que coprotagonizará con Anthony Hopkins, una película sobre los últimos años de Ernest Hemingway en Cuba. García manifestó que espera volver algún día a su patria natal, cuando ésta sea libre. Los aplausos cerrados correspondieron a una exclamación hecha sin alardes políticos, desde la mayor sinceridad y el dolor de un hombre grande, que lo es más por el respeto que siente por su origen, al que no desdeña ni olvida.
Recuerdo la primera vez que escuché a Andy declamar Tambores de Bejucal, acompañándose del sonido de los bongoes, tocados por él mismo. Fue en uno de los primeros programas radiados hacia Cuba por las ondas de Radió Martí. Los que oímos entonces su voz en vivo, fuera del ámbito sonoro del cine, quedamos sorprendidos, no solo por saber que Andy era cubano de nacimiento, sino por comprobar que a pesar de su temprana salida no había perdido el acento en el habla, ni la fuerza del fuego natal en su sangre. Porque solo quien siente fluir por sus venas el ritmo de la música cubana puede tocarla como lo hace él. Ya en el exilio he podido corroborar aquel sentimiento. Andy no pierde oportunidad de repiquetear los bongoes cuando se le presenta la oportunidad. Lo ha hecho en grabaciones y en programas de televisión en vivo. Para acompañar a Cachao, Lucrecia y Gloria Estefan o en un show televisivo de Alexis Valdés en Miami, donde se sumó al grupo que acompaña al comediante cubano para tocar los cueros.
En San Remo Andy García no fue menos. Allí se acompañó del piano para interpretar una melodía que desde los primeros acordes, aunque velada al principio por tonos tristes, traía aires familiares. Siento un bombo, mamita me está llamando…, fue subiendo poco a poco, contagioso, para terminar en una explosión alegre de la reconocida rumba. Lástima que Andy no la emprendiera con la percusión. Pero bastó con lo que hizo para convertirse en digno embajador del arte y la soberanía cubana. Tal vez lo menos que podría imaginar es que a miles de millas otros cubanos estarían pendientes de sus palabras y actos. Y es la espontaneidad con la que habló de su gran obsesión ante un público que no siente lo mismo por el drama de su patria, lo que hace más grande su intervención y el hecho de destacarla. Porque Andy García llevó a Cuba al festival de San Remo, haciendo que el agasajo a su persona fuera transferido a ella.