LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Edelmira vive en un barrio del municipio San Miguel del Padrón. Nacida y criada en el ambiente de una zona marginal, siempre soñó con vivir mejor. “Pero el que nace para pobre, pobre se queda”, me dice con el pesimismo propio de quien perdió las esperanzas.
“Me casé joven y llena de ilusiones, pero el matrimonio me duró poco, porque él falleció en un accidente en los años 70. Como no tuve hijos me quedé sola con mis padres que murieron después. No tengo más familia y ahora vivo sola, de una pensión por trabajar en el hospital La Benéfica, en Luyanó”.
“Con el tiempo el barrio ha ido muriendo también. Mertos por broncas, borracheras; pleitos de familia por un cuarto o una casa; las calles rotas, las tuberías de agua rotas, las aguas albañales corriendo por las calles, y como la pestilencia no molesta a los que mandan, así vamos, viviendo esta vida que no es vida”.
“Los hijos de una prima vinieron a vivir conmigo, porque yo estaba amplia en mi casa, pero se fueron en los años noventa para Miami. Nunca más supe de ellos porque mi prima era de Camagüey, se fue detrás de sus hijos. Eso es lógico porque era su madre. Así que seguí sola y decidí que no me apegaría más a nadie, porque siempre se me van, y me quedé con la Canela como compañía”.
“Ahora tengo mil achaques y sobre todo la pierna, que me duele desde la rodilla para abajo y más cuando llueve. Cuando voy al médico de la familia me dice que es por la humedad de la casa, pero qué voy a hacer si no tengo otra casa y lo de las permutas no es nada fácil por la cantidad de papeles que hay que hacer y lo que cuesta todo ese proceso”.
“Usted no me creerá pero debería trabajar en el Observatorio Nacional, porque en cuanto la pierna empieza a fastidiarme, ya sé que va a llover o habrá cambio de tiempo”.
¿Y los vecinos? “Entre ellos lo hay mejores y peores. Juana, que es la más vieja de la cuadra es una amiga desde que yo era chiquita, y hoy está tan vieja como yo. Un día me dijo que entre ella y yo podíamos hacer el cuento de la historia de la cuadra, y cómo se ha ido apagando todo por aquí, porque usted no lo creerá ahora, pero en este barrio hubo un tiempo en que las cosas eran diferentes; la gente se llevaba bien y todos nos ayudábamos a salir adelante. Pero desde hace unos años para acá, no sé lo que pasó que la gente se ha vuelto tan agresiva, hasta los niños le tiran piedras a los perros, fíjese que a Canela un día le dieron una pedrada que estuvo cojeando durante quince días, y fue por gusto”.
A pesar de todo, Edelmira nunca pensó mudarse a otro lugar. “Le repito que lo de los papeles es un enredo horrible. Sí, me han hecho propuestas para que me mude a una casa chiquita, que estoy vieja ya y sería más cómodo, pero mire, hay una cosa y es que estoy acostumbrada a caminar dentro de la casa, que me ha quedado grande con el tiempo, y como yo lo hago todo sola, camino muchísimo de un lado al otro todo el día”.
“¿El día de la Mujer? El 8 de marzo, creo, antes hacían fiestas en el Comité, pero eso fue pasando, ahora nadie tiene tiempo para eso, y por otra parte, está la cuestión de la comida y de quién va a poner dinero para dulces y comida, piense que el bolsillo ya no aguanta eso, eran otros tiempos, venía la de la Federación de Mujeres y organizaba la fiestecita, y hasta los hombres se ponían, aunque era por tener una justificación para beber ron y festejar. También en el trabajo daban flores y algún regalito”.
“Bueno si ya se va, hasta luego y no pierda el camino, nunca viene nadie a hacerme la visita y del barrio no salgo casi nunca. ¿Cuándo tendré un día para salir? Iría hasta el Malecón, ni se sabe el tiempo que no voy hasta allá”.