LA HABANA, Cuba, agosto,www.cubanet.org -Gracias a las noticias aparecidas por estos días en Internet, es posible sacar nuevas conclusiones sobre la muerte de Adolf Hitler, fijada históricamente el 30 de abril de 1945. Leyendo por aquí y por allá, penetramos en una historia que, por haber sido tan mal contada, conduce a perspicaces periodistas e investigadores a la actualización de viejas interpretaciones.
Se atribuye al periodista Abel Basti, de Argentina, el haber descubierto que Adolf Hitler y Eva Braun, ya convertida en su esposa, escaparon en un submarino y llegaron a la provincia de Córdoba, en Argentina, donde residieron en La Falda, tuvieron dos hijas, y donde finalmente murió el líder nazi, en 1962, a los 73 años, y fue enterrado en esas montañas barilochenses.
Todo esto se explica, con lujo de detalles, en el libro El lobo gris: el escape de Adolf, que recién se publicó en Gran Bretaña, por los escritores ingleses Simón Dunstan y Gerrard Williams.
El libro no lo hemos podido adquirir, pero sí logramos entrar, gracias a Internet, en viejos rincones de la historia que, para sorpresa nuestra, arrojan más luz a toda esta trama manejada por el maquiavelismo de José Stalin y su camarilla gobernante.
La primera pregunta que nos hicimos fue: ¿por qué el dictador soviético se empeñó en decir a todos que el cráneo que guardaba en sus oficinas del Kremlin, de forma morbosa, pertenecía al Fuhrer, mientras expresaba a sus más íntimos del partido su escepticismo sobre el suicidio de Hitler con píldoras de cianuro y un tiro en la cabeza?
Cuando Stalin escuchó, por radio, la noticia del suicidio, el 1ro. de mayo, ordenó encontrar los cadáveres, cuanto antes. La búsqueda estuvo a cargo de una unidad especial soviética de la SMERSH, y a los pocos días, según la historia, quedó ratificada la noticia, al ser encontrados los cadáveres, de los cuales Stalin solo escogió el cráneo del dictador alemán, para tenerlo siempre oculto en su despacho.
Sorprende que, según lo relatado por los soviéticos de la época, nada se divulgara sobre el hecho. Incluso, el propio Stalin se contradecía, al negar ante diplomáticos estadounidenses haber encontrado los cadáveres y al afirmar que no tenía en su poder el cráneo de Hitler.
Después de la muerte de Stalin, en 1953, el gobierno de la URSS mantuvo grandes dudas sobre el suicidio de Adolfo Hitler. En 1992, documentos desclasificados de la KGB soviética y la FSB rusa, afirmaban que nada se supo en realidad de su cadáver. Por último, en 2009, pudo comprobarse, a través de una investigación forense de la Universidad de Connecticut, que el cráneo que guardaba Stalin había pertenecido a una mujer desconocida, de una edad entre 20 y 40 años.
Cabe entonces preguntarse si en realidad entre Hitler y Stalin hubo un pacto o una negociación al finalizar la Segunda Guerra Mundial, gracias a la que el Fuhrer pudo escapar de Berlín, a cambio de cederle algo muy importante.
¿Acaso Hitler le entregó a Stalin la fórmula para fabricar la Bomba Atómica? Recordemos que ya en 1938, en Alemania se habían obtenido pruebas irrefutables de la fusión nuclear de uranio, lo cual permitiría desarrollar un nuevo tipo de arma, y que, para sorpresa de Estados Unidos, la primera bomba atómica soviética fue detonada en el polígono de Semipalátinsk, al noroeste de Kazajtán, el 29 de agosto de 1949. El propio Igor Kurchátov, físico soviético y jefe del proyecto atómico de su país, declaró ese mismo día que habían podido fabricar la bomba en muy breve tiempo, a pesar de que se necesitaba por lo menos diez años para lograrlo.
En cualquier caso, ¿por qué Hitler marchó precisamente hacia Argentina, donde vivió de incógnito y donde el golpista militar Juan Domingo Perón tuvo que haberlo recibido con los brazos abiertos, dadas sus grandes simpatías por los nazis, sin importarle para nada sus atrocidades?
Mientras que Estados Unidos solicitaba el castigo para los culpables nazis en una corte mundial, desembarcaban por el Río de la Plata entre 40 mil y 50 mil alemanes, incluidos numerosos altos jefes militares. Uno de éstos fue el inmigrante Ludwinig Freude, condenado a muerte en Estados Unidos y luego salvado y protegido por Perón, así como Adolf Eichman, Josef Mengele, y muchos otros. El más importante de todos, oculto a los ojos del mundo, pudo haber sido Adolfo Hitler, ¿por qué no?
Y a cambio, Stalin pudo haber obtenido lo que añoraba: la bomba atómica, para convertir a la Unión Soviética en un imperio. Mientras, Perón obtuvo una considerable fortuna en joyas, pinturas, etc., propiedades de familias judías asesinadas por Hitler. Y Evita, algo más que un espléndido collar de brillantes, regalo de los nazis por su colaboración.