CIENFUEGOS, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Meses atrás, un grupo de invidentes escuchábamos el discurso del Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, donde afirmó: “Nuestros discapacitados tienen todos sus derechos garantizados”. Fue un sofisma con el que intentaba camuflar la realidad que padecemos los ciegos en Cuba.
Al ministro se le olvidó mencionar el abandono que padecemos. Baste señalar que en la provincia de Cienfuegos permanecen sin vínculo laboral unos 30 afiliados de la Asociación Nacional del Ciego (ANCI), organización gubernamental encargada de aglutinar a los impedidos y limitados visuales.
Si el ministro hubiese abandonado por un instante la retórica para asomarse a nuestro universo, se habría percatado de que hay jóvenes discapacitados, incluso con nivel universitario, dedicándose al contrabando de cualquier cosa para poder subsistir. Algunos fuimos despojados del único sustento que otrora nos garantizaba el Estado, una chequera que aportaba 160 pesos al mes -unos 6 dólares, según el cambio oficial.
Lázaro Oscar es un joven ciego de veintitrés años de edad que, luego de grandes esfuerzos -debido a la falta de la bibliografía en Braille-, terminó el preuniversitario. De poco le ha servido instruirse. Es uno más que ha pasado a engrosar la fila de quienes esperamos porque el todopoderoso José Antonio González Orta, presidente de la ANCI, cumpla sus funciones administrativas gestionándonos un trabajo que nos ayude a ganarnos el pan por medio del trabajo honrado.
Mientras Lázaro espera, se pregunta qué debería hacer: ¿Delinquir? ¿Ganarse los frijoles por la izquierda? Él vive con su mamá y cuatro hermanos, a quienes tiene que mantener, pues son menores de edad. A pesar de las dificultades, “inventa” para subsistir.
La única iniciativa que ha adoptado el Estado ha sido la creación de un taller de artesanía para discapacitados. Cerca de unas cincuenta personas fueron vinculados, trabajan en la elaboración de vasijas y cajas de cartón para cumpleaños, además de sobres de cartas o palos de trapear. Salarios indignos, condiciones laborales pésimas, interrupciones continuas, es lo que deparan estos talleres a los discapacitados.
Si los encargados de dirigir la asociación no ocuparan sus cargos de manera casi vitalicia, si fuesen elegidos democráticamente por los afilados, no puestos y depuestos por el partido comunista en un ensayado proceso, donde se sabe con antelación quien saldrá electo, tal vez de lo más oscuro de nuestra ceguera nacería la esperanza.
Nota: Luego de 4 años de espera, de forma “casual”, a Lázaro Oscar le acaban de ofrecer un empleo.