LA HABANA, Cuba.- La mañana del 28, había menos personas en la calle que cualquier otro martes. También era notable que el flujo de autos en una calle tan céntrica como 23, en El Vedado, hubiera disminuido.
¿Quién puede averiguar lo que hay en el corazón del pueblo cubano, sometido a propaganda política las 24 horas?
El Malecón, casi desierto. Dos veinteañeras hablan de la Cumbre de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) como una oportunidad de integración latinoamericana. Hablan a título de colectivo, no de individuo. Dijeron que se trata de “una oportunidad para mostrar al mundo cuánto hemos tratado de rectificar en algunas cosas“.
Un hombre de 40 años se queja de que esté perdida la cerveza y lo asocia con el evento internacional.
Subiendo por la calle O, otro hombre de treinta años lamenta que el anfitrión solo trate de arreglar la parte que presenta de Cuba y admite que hay una parte no visible en crisis permanente. No está enterado del Foro alternativo que iba a celebrar la oposición ese mismo día.
Ninguno acepta decir su nombre.
En la misma calle O, entre 15 y 17, hay una feria de artesanía. Se vende lo mismo de siempre: piezas de escultura en madera, bisutería de alpaca y hueso, sellitos con la bandera cubana, boinas y pulóveres estampados con la foto de Korda al Ché Guevara. Pero ningún vendedor quiere hablarme de sus expectativas respecto a la CELAC. Solo un cliente, nativo, dice que espera que mejore la situación económica.
Saliendo de la feria, una señora me indica fijarme a unos metros en un hombre vestido de civil que no se mueve de la esquina. Me explica que es parte del dispositivo de la Seguridad del Estado que cuida el desarrollo de la Cumbre de la CELAC. A cada rato el hombre saca un trasmisor-receptor de radio y habla; parece estar informando de lo que ocurre a su alrededor. Por un momento pienso que voy a reunirme con Manuel Cuesta Morúa en los calabozos de la 5ta Estación.
Mujeres jóvenes, vestidas con uniforme verde olivo del Ministerio del Interior y un chaleco naranja, aparecen en algunas esquinas, alternando con uniformados de la PNR (policía). Estos últimos sin llamar demasiado la atención, porque diariamente hacen presencia en las calles, patrullando.
Un sistema, que obliga a los individuos a negarse a sí mismos para sobrevivir, en una sociedad que castiga a los inconformes, está siendo irrigado con la impunidad que le otorga que 31 jefes de Estado de la región, el secretario general de la ONU, Ban Ki- Moon, y de la OEA, José Miguel Insulza, callen acerca de la situación de indefensión en la que vive el pueblo cubano en materia de derechos civiles y políticos, económicos, sociales y culturales.
La oposición interna había concebido el II Foro Democrático en Relaciones Internacionales y Derechos Humanos, como un evento paralelo a la Cumbre de la CELAC, Foro al que una servidora debía asistir. La policía política encarceló a los líderes y organizadores, y de ese modo quedó desarticulado el proyecto.
Según datos ofrecidos por la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDDRN), se han reportado en los últimos días más de 200 detenciones, algunas con carácter domiciliario y otras en los calabozos de la policía, por toda la Isla. En todos los casos se trata de detenciones arbitrarias para restringir la libertad de movimiento e impedir la reunión de los activistas.
Si se insiste en vender nuevamente la idea del socialismo como una panacea para erradicar la pobreza, los cubanos de la Isla tenemos algo más que mostrar al mundo: no solo el país devastado, el control policial, la violencia de Estado, sino también nuestras almas, que han quedado más pobres todavía –prácticamente en incapacidad de entenderse y de defenderse-, tras 55 años sin la libertad deseada.