LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Hoy se cumple un año del sepelio del periodista Adrián Leyva Pérez, y aun las circunstancias que rodearon su muerte siguen siendo confusas.
En su momento, la policía política aseguró a sus familiares que Adrian había regresado al país el 24 de marzo, junto a tres hombres, en una lancha que los había dejado a cierta distancia de la costa, pero que, aunque lo rescataron con vida, murió como resultado del intento de llegar a tierra.
Leyva era un activo y conocido disidente. Durante varios años formó parte del Movimiento Cristiano Liberación y luego ingresó en la prensa independiente. En 2005 marchó a Estados Unidos, acompañando a su esposa a quien el gobierno de ese país le había otorgado refugio político.
En mayo de 2008 Leyva regresó a Cuba para visitar a sus familiares e hizo todos los esfuerzos posibles para quedarse en la isla, pero las autoridades no se lo permitieron. En octubre de ese propio año fue obligado a regresar a Estados Unidos.
Tras su muerte, Seguridad del Estado dijo que había demorado 13 días en la entrega del cadáver porque no había sido posible identificarlo.
Su funeral duró solo 4 horas y 40 minutos, La policía política había dicho que se iba a permitir velarlo 8 horas, pero debido a un error en los documentos confeccionados por Medicina Legal, se necesitó de más de tres horas para subsanarlo, y el tiempo para las exequias fue acortado drásticamente.
Denis Pérez, su sobrino, dijo que cuando fueron a vestirlo en la funeraria, vieron que tenía hematomas en diferentes partes del cuerpo. Este mismo joven afirma que el panteón familiar, donde fue sepultado su tío, estuvo vigilado durante un tiempo por agentes de Seguridad del Estado, que exigían identificación a las personas que se acercaban a la tumba.
El pasado 25 de marzo, en unión de la periodista Amarilis Cortina, visitamos en su hogar a Ernestina Pérez, madre de Adrián Leyva. La anciana, de 83 años, nos recibió entre lágrimas, y continúa asegurando que a su hijo lo asesinaron porque deseaba regresar a su patria.
El panorama que encontramos era de tristeza. No sólo por lo emotivo del caso, sino porque la dura situación económica en que está sumida esta señora. Adrián no solo era su hijo del alma, sino además su principal sustento económico.
Cinco amigos hicimos una colecta de dinero que le entregamos a la señora. La idea fue buena porque pudimos ver que a esas alturas del mes aun no había comprado su cuota de 4 onzas mensuales de café y parte de la de arroz, que son 7 libras per cápita.
Y aunque fuimos a tratar de confortar en algo a la madre de este amigo, tengo que decir, aun a riesgo de que no encaje en este artículo, que salí de allí triste y con sentimientos de culpa, porque creo que es un deber, aun dentro de nuestras muchas dificultades, que los periodistas nos apoyemos en situaciones como esta.
El veredicto final sobre la muerte de Adrián está inconcluso. No obstante, Adrián Leyva es una víctima más; aquí no hay mucho espacio para concederle la duda razonable a ese pequeño grupo que asumió ser todo y convirtió a la nación en su feudo.
Y mientras ese pequeño grupo no sea sacado del poder (es el derecho de los cubanos hacerlo), muchos más morirán como Adrian, de manera oscura, y todos continuaremos sufriendo.
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