PUERTO PADRE, Cuba – “Kcho, ¡pero cómo le hiciste esa mierda a los Cinco Héroes!” Así suelen comentar muchos cubanos la instalación del pintor oficial, exhibida en el Museo Nacional de Bellas Artes, que todos vieron por televisión…
Si así son los calabozos en Estados Unidos, la están pasando mejor que nosotros –se escucha– ¡Eso no es un calabozo! Es la habitación de un hotel. Aquí, en muchos hogares, no tenemos duchas y mucho menos papel higiénico”.
En Cuba, el rollo de papel higiénico cuesta 0.30 centavos de dolar (7.50 pesos), el tercio de una jornada del salario promedio nacional. Y según la Oficina Nacional de Estadísticas, mas de 2 millones de unidades de alojamiento, (2 854 995), no cuentan con baños, inodoros o duchas con agua corriente.
Fernando y René González, agentes de la Red Avispa del Ministerio del Interior (MININT), sancionados en Estados Unidos, que recién cumplieron sus condenas, narraron sus días de encierro en una celda de castigo que los condenados llaman El Hueco. Esos testimonios inspiraron la más reciente obra de Kcho.
Según Juventud Rebelde, Kcho reprodujo cada detalle de la celda: “el piso de cemento sin pulir, el sanitario de aluminio, el óxido de la llave de la ducha, las cucarachas en la pared, la cama de hierro empotrada, el fino colchón, el rollo de papel higiénico, el banco fundido, la pequeña mesa, el ajedrez y el diminuto lápiz…”.
El dicho de moda en Cuba : “Que nos cambien los baños por los del calabozo de Kcho”.
Al pintor Alexis Leiva Machado (Kcho), me lo encontré en noviembre de 2008 en Santa Cruz del Sur, haciendo de socorrista cuando un huracán destruyó (por segunda vez) aquel villorrio de pescadores.
Me lo volví a encontrar, el 24 de diciembre de 2009, en la Ciénaga de Zapata. Hacía una instalación que reproducía la Nochebuena celebrada 50 años atrás por Fidel Castro con los carboneros en Soplillar… Poco tiempo después, el entonces piadoso Comandante eliminaría, por décadas, la celebración de las Navidades en Cuba.
Volví a ver al artista, en vísperas del 26 de julio de 2010 en Santa Clara. Yo pretendía entrevistar a Guillermo Fariñas. Kacho bebía cerveza con el pelotero Víctor Mesa en la barra del teatro La Caridad, mientras yo trataba de escurrírme de los policías. Me detuvieron. Me condujeron a la estación de policía de Manicaragua, donde me encerraron en un calabozo.
Lamento no haberme encontrado con Kcho, en la inauguración de No agradezcan el silencio, que así llamó al hueco de los cinco espías en el Museo de Bellas Artes, para regalarle Mi Navidad en Hungría, de Dickey Chapelle. La corresponsal del Reader Digest, detenida durante la insurreción húngara contra la dominación soviética (1957) le hubiera aclarado: ¡Qué es realmente un calabozo en un país comunista!
“Sin poder hablar con nadie, ni leer, ni escribir, ni coser, ni hacer ejercicio, —relata Chapelle– me pasaba los días en completa soledad, sentada en el borde de la tarima que me servía de cama, único mueble de mi desnuda celda. Sucedía esto en Budapest, en la cárcel de la Calle Fö, un centro de horrores”.
Poco se diferencian el calabozo donde encerraron los comunistas húngaros a Dickey Chapelle, de las celdas de castigo donde hoy encierran a los opositores, disidentes y activistas cubanos. Nada que ver con el sanitario de aluminio, la llave de la ducha, el rollo de papel higiénico, la pequeña mesa, el ajedrez y el diminuto lápiz, donde encerraron a los 5 espías.