Foto-galería de Marcia Cairo
LA HABANA, Cuba.- La otra cara de la Habana Vieja –que no sale en las guías del viajero- son los rostros que exhiben su miserable condición, arrugados y a veces con una facha de ropas raídas, tirados por el suelo, sentados en los rincones, aposentados en las esquinas, o a la puerta de los restaurantes y hoteles.
Los vemos vendiendo fosforeras, cigarros, dulces, artículos de todo tipo; cualquier cosa para conseguir algo de dinero. O andan con la mano extendida pidiéndole unas monedas a los extranjeros.
Hay conjuntos de músicos callejeros integrados por viejitos de más de 70 años, recorriendo todas las plazas casi hasta el anochecer. También se ven otros que recurren a sus animales domésticos; llevan perros disfrazados con gorra y espejuelos, gatos con lazos. He visto un perro con un hámster montado en el lomo.
Y están los ancianos lisiados, los que tienen piernas artificiales, los que andan en sillones de ruedas, los que le faltan las dos piernas, los ciegos que resuenan su latica. Este grupo es el más deprimente, el más anacrónico.
Ellos han perdido el pudor; el poco que tenían se ha convertido en un discurso deplorable. Modos de sobrevivencia que expresan una representación real, en una ciudad destinada al “polo turístico”. Ellos son como una verruga, como algo feo que hay que extirpar; o quizás sería mucho mejor voltear la cabeza y mirar hacia otro lado.
Una tarde me encontraba en la puerta de El Floridita esperando a un amigo, y vi a una señora mayor que interceptaba a cualquier turista para pedirle dinero.
Nadie le dio ni una moneda, incluso hubo una mujer extranjera que en mala forma le dijo que aquí los viejos lo tenían todo, hasta la medicina gratis, que Eusebio Leal tenía un asilo con todas las comodidades para los viejos…, además que ella no podía darle nada, porque en su apartamento tenía hasta cucarachas.
Esta escena me dejó muy molesta, y me percaté de lo despiadada que suele ser la gente que no padece de graves problemas económicos. Que solo ve una Habana Vieja, una ciudad, un país que no existe.