LA HABANA, Cuba — Cuenta la mitología de la antigua Grecia que con solo tres años, la diosa griega Artemisa pidió a su padre, Zeus, que le concediese varios deseos. Él, magnánimo, se los otorgó.
En Cuba, con tres años de nacida, a la localidad de Artemisa se le ha concedido una merced no solicitada: se le acaba de nombrar sede del acto central por el 26 de julio.
El destino de nuestra Artemisa tropical no es solicitar deseos, sino cumplir los de su padrastro-General-Presidente. Y la ocasión ha sido propicia para el triunfalismo de la prensa. El acto del 26 en Artemisa fue anunciado a través de un mismo editorial e idéntica fotografía en Granma y Juventud Rebelde. Prueba de que en Cuba podrán existir varios periódicos, pero la prensa es solo una, y es monopolio del régimen: ¡con un solo editorial basta!
A juzgar por el referido editorial, Artemisa –me refiero a la provincia cubana– es la solución a la crisis general del castrismo. El desarrollo que el gobierno espera alcanzar a partir del experimento artemiseño es tal, que, en estos momentos, millones de cubanos deben estar considerando seriamente emigrar hacia esta “pionera” del plan oficial de transformaciones económicas, ya que no políticas.
Si en décadas anteriores la prensa fidelista se especializó en inflar globos, los editores raulistas han llevado, con Artemisa, el globo a su máxima expresión, creando en doce triunfalistas párrafos un espejismo de prosperidad en medio de la miseria de esta Isla.
Y han perfeccionado esa asombrosa capacidad de acumular frases sin informar nada. Así dicen que la provincia destaca como “la mayor productora de viandas y de huevos del país; incrementa la venta de tabaco torcido y de la capa que se exporta, entre otros sobresalientes renglones productivos como la apicultura y el ganado porcino”. Éxitos comparables a los de un feudo del Medioevo, con desventaja para Artemisa.
Un recuento de los experimentos que ha hecho en Artemisa el actual Frankestein verde olivo incluye: la “búsqueda de la soberanía alimentaria” (hasta ahora infructuosa), “ocupa un lugar preferencial en la entrega de 63 mil 788 hectáreas de tierras a personas naturales y jurídicas para el desarrollo de la ganadería y los cultivos varios”, “venta a la población de materiales de la construcción y el otorgamiento de subsidios para la fabricación de viviendas, de los cuales fueron aprobados 2 334 en el último año” (sin especificar cuántos se solicitaron ni qué porcentaje del total representa esta cifra)…
Dicen, además, que la termoeléctrica Máximo Gómez amplió su capacidad de generación hasta 417,2 MW (no se informa el significado porcentual de dicho incremento ni qué beneficio reporta en cifras para la provincia). No olvidar la joya de la corona, la que nos salvará del naufragio: el megapuerto del Mariel y toda la parafernalia de su “Zona Especial”.
Otro de los resonantes logros de Artemisa –proclama la prensa oficial– es la creación de su propia Universidad, con carreras pedagógicas, de cultura física, de ciencias sociales, empresariales y humanísticas, con un total de 3 800 estudiantes.
Curiosamente, en una región agrícola, esta universidad no incluye la agronomía y otras disciplinas de las ciencias de la tierra; aunque sí cuenta con una Facultad de Ciencias Médicas que, inexplicablemente, ya ha graduado 622 médicos y 125 estomatólogos”. Tomando en cuenta que la provincia solo tiene tres años de edad, diríase que el “experimento” incluye la creación de médicos instantáneos.
Según Granma y Juventud Rebelde, numerosas instituciones sociales se han “favorecido con acciones constructivas y de mantenimiento”, entre ellas casi 200 consultorios médicos, cuatro hospitales, igual número de hogares de ancianos, policlínicos, farmacias y 400 instalaciones de educación; ya sabemos que la salud y la educación son las conquistas irrenunciables derivadas de aquel audaz asalto al Moncada, cuyo 61 aniversario habrá de celebrarse este 26 de julio en Artemisa.
La revista informativa de televisión, “Buenos Días”, proyectó las imágenes de cuando a las 5 de la madrugada de este propio sábado 7 de junio, se produjo la entrada triunfal en Artemisa de una caravana de camiones y otros vehículos, precedidos por agentes motorizados con sus luces encendidas en medio de la oscuridad, rompiendo el sueño de los artemiseños, con sirenas y cláxones.
Los pocos artemiseños madrugadores –quizás citados por sus núcleos del PCC– asistían sin entusiasmo a la escandalosa procesión, mientras la voz en off del reportero oficial daba cuenta del “extraordinario júbilo” con que “el pueblo revolucionario de Artemisa” recibía la caravana.
Un vecino de mi barrio en Centro Habana, de origen artemiseño, me comentaba divertido que el desacostumbrado escándalo en la madrugada hizo saltar a su hermano de la cama, “¡Se cayó el gobierno!”, gritaba con arrebato, a medio despertar, mientras su esposa –más prudente– lo hacía callar. Pronto supo que se trataba de una falsa alarma. “Ya no se conforman con no dejarnos vivir. Ahora tampoco nos dejan dormir”. Y volvió a la cama, al escape de la realidad que permiten las horas de sueño.
Coda: El hermano de mi vecino es uno de esos cubanos “privilegiados” que trabajan en el puerto del Mariel.