LA HABANA, Cuba. -¿Por qué Orestes Kindelán sí y Antonio Pacheco no?, podrían preguntarse muchos.
A los elementos expuestos por varios colegas de la prensa independiente, y que demuestran el ambiente politizado que presidió la reciente refundación del Salón de la Fama del Béisbol Cubano (como la entrega del Premio Martín Dihigo a Fidel Castro, o dedicar la reunión a los “cinco héroes prisioneros del imperio”), habría que añadir otro detalle.
Se trata de ciertas inclusiones o determinadas exclusiones en la lista de los peloteros exaltados al Salón. Es lógico que tras una selección donde haya prevalecido el factor subjetivo, las opiniones difieran en cuanto a la justeza de la votación. Y qué decir entonces si nos asalta el presentimiento de que dicha elección, además, estuvo matizada por razones extradeportivas…
Pongamos el ejemplo de Orestes Kindelán y Antonio Pacheco. Es difícil encontrar en la historia de nuestras series nacionales a otra pareja de peloteros con desempeños tan parecidos como los que exhibieron esos atletas: ambos participaron casi en igual cantidad de campeonatos (22 series Pacheco y 21 Kindelán), militaron simultáneamente en el equipo de Santiago de Cuba, brillaron con la selección nacional de Cuba, y ostentan estadísticas muy sobresalientes. Sin embargo, Kindelán fue incluido en el Salón de la Fama y Pacheco no.
Incluso, un análisis de ciertos números y otras consideraciones podrían inclinar la balanza a favor de Pacheco. Es cierto que Kindelán impresionó por los 487 jonrones conectados, los que lo convierten en el mayor toletero de la pelota cubana. No obstante, Pacheco lo supera en promedio de bateo, hits y dobles conectados, además de presentar una mejor actuación a la defensiva.
En su época de jugador activo, Pacheco fue el capitán del equipo de Santiago de Cuba, y después de su retiro asumió por varias temporadas como manager de esa novena, con la que ganó tres campeonatos. Nada similar se puede afirmar de Kindelán.
Y por si fuera poco, Pacheco es el único pelotero en la historia del béisbol cubano que ha ganado todos los títulos internacionales, desde la categoría infantil, pasando por los juveniles, centroamericanos y panamericanos, hasta las olimpiadas y los campeonatos mundiales amateurs.
Bueno, ¿y qué parámetros tomaron en cuenta los 100 especialistas de todo el país reunidos los días 7 y 8 de noviembre con el objetivo de escoger a los peloteros que accederían al Salón de la Fama? Al parecer, no en todo momento primó el rendimiento deportivo, sobre todo en casos como el que comentamos. Claro, Orestes Kindelán permanece en la isla, mientras que Antonio Pacheco, después de cumplir un contrato de trabajo en Canadá, cruzó la frontera con Estados Unidos y solicitó la residencia permanente en ese país. De acuerdo con el punto de vista del castrismo, el primero es un patriota, mientras que el segundo traicionó a su pueblo.
De mantenerse las actuales circunstancias es difícil augurarle un futuro halagüeño, especialmente en lo referido a su credibilidad, al Salón de la Fama del Béisbol Cubano. Acaba de renacer y ya está viciado, como otras tantas instituciones del deporte cubano.