LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – El hábito de la lectura entre niños y jóvenes está en crisis. La participación masiva de menores en las ferias del libro no es un medidor que avale la intención de leer. Una cosa es el número de lectores que se promociona a través de los medios de información, y otra la que arrojan los estudios en torno a la esfera literaria en la educación.
Los resultados de un sondeo entre 250 estudiantes de primaria y secundaria que realizó la revista Bohemia, reflejaron un aceptable nivel de lectura, aunque la realidad dice otra cosa. Según la encuesta, la mayoría (46,8 por ciento) declaró que lee habitualmente; el 16 por ciento dijo hacerlo a veces, y sólo un 2,8 confesó que lo hace en alguna que otra ocasión.
Sin embargo, en el taller científico “Motivación de la lectura en niños y jóvenes. Retos y perspectivas”, psicólogos, comunicadores y editores, aseguraron que en Cuba se ha perdido el hábito de leer. El taller, celebrado la semana pasada en el Instituto Cubano de Investigación Cultural, Juan Marinello, propició un amplio debate sobre el tema.
La investigadora Annet Jiménez expresó en el encuentro: “Los niños apenas leen, escasamente conocen la literatura nacional y menos a los autores cubanos”.
Otros especialistas, alarmados por el desinterés hacia la literatura de niños y jóvenes, culpan a las nuevas tecnologías y medios audiovisuales del abandono del hábito de leer. También se barajan otras causas como la falta de incentivos para la lectura en el hogar, y el desconocimiento de los maestros emergentes (jóvenes sustitutos entrenados de emergencia) de obras literarias y sus métodos de promoción.
Pero un hecho que define el retroceso en la lectura, es la falta de títulos de las llamadas literatura infantil y juvenil publicados por el Instituto Cubano del Libro (ICL). De acuerdo al criterio de María Díaz Suárez, promotora del Programa Nacional de la Lectura, “es hora de revolucionar los fondos de las bibliotecas escolares: necesitan más variedad de libros”.
En el plano de la creación, algunos escritores para niños y jóvenes se sienten excluidos de los planes de edición en el país. Otros señalan que la promoción es deficiente. Además, algunos desaprueban la escasa publicación de literatura infantil, la falta de colores e ilustraciones en los libros de cuentos e historietas, y el matiz ideológico en el contenido.
Muchos consideran que la falta de recursos para publicar se puede sustituir con calidad y promoción, como es el caso del libro La sombrilla amarilla, de Ivette Vian. La obra cuenta con el mayor número de lectores infantiles a nivel nacional en los últimos años, y a su paso por la televisión se le sumaron personas de todas las edades.
Por otra parte, la reducida edición de libros como La edad de oro, de José Martí; El cochero azul, de Dora Alonso, y Cuentos de Guane, de Nersis Felipe, y de clásicos como los de Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm, Dumas o Salgari, alejan de las librerías a los más jóvenes.
Si en verdad se quiere rescatar el hábito de leer, habrá que asumir la realidad y olvidar medio siglo de cuentos.