MADRID, España, junio, www.cubanet.otg -Muy cerca de la céntrica Plaza Wesceslao, en Praga, se encuentra, apenas visible entre bares y tiendas, un pequeño pero bien organizado museo llamado el Museo del Comunismo. Las guías turísticas poco hablan de él pero sabíamos de su existencia y finalmente lo localizamos.
Situado en un antiguo edificio, se accede a él tras subir una escalera y ocupa el espacio equivalente a un gran departamento. Muestra brevemente, pero de modo muy gráfico, la historia del comunismo en lo que fue Checoeslovaquia, desde el periodo turbulento que siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del régimen en 1989.
Para un cubano emigrado, que vivió el comunismo, visitar el Museo del Comunismo de Praga tiene un significado especial. Nos deja el triste sabor de ver algo conocido y la posibilidad de descubrir en él cosas que los que no han vivido bajo el comunismo quizás no puedan captar.
La primera impresión, al entrar es deprimente. A la entrada se encuentran, formando un triste conjunto, estatuas y bustos de los próceres comunistas, figuras grises e inexpresivas, en las clásicas poses grandiosas tantas veces vistas. Ahí están Lenin, Stalin, Gottwald, son las imágenes de la tristeza, símbolos de un periodo oscuro de la historia.
El museo sigue un orden cronológico, que comienza con el golpe de estado que llevó al poder a los comunistas. De esa etapa muestra fotos de los dirigentes de entonces y de las milicias obreras comunistas, armadas, marchando por las calles de Praga.
A continuación viene “La vida en el socialismo”, donde se muestran diferentes facetas de la vida de entonces: los planes quinquenales, los esfuerzos de obreros y campesinos. Carteles y fotos de jóvenes obreros con caras de satisfacción trabajando en las fábricas, bellas campesinas realizando labores agrícolas, maquinarias agrícolas trabajando la tierra, humeantes fábricas.
Las imágenes me recordaron las revistas propagandísticas que inundaron Cuba, para mostrarnos los supuestos logros de los países socialistas.
También se muestra la importancia que los comunistas daban al deporte masivo, como medio de propaganda. En Checoeslovaquia realizaban cada 5 años las llamadas Espartaquiadas, que reunían en Praga a jóvenes de todo el país en un gran evento deportivo. Más que eventos deportivos, las Espartaquiadas eran movilizaciones de masas que involucraban a la juventud, desde los barrios y colegios; algo que tanto gustaba a los comunistas.
Los cubanos no tan jóvenes recordarán la película Vals para un Millón, estrenada en Cuba en los tempranos años 60, que estuvo tiempo record en taquilla y cuyo tema musical llegó a ser muy popular en la Isla. Por entonces, cuando en los cines cubanos se veían solamente películas de los países socialistas sobre epopeyas y tragedias bélicas, aquella película checa resultó ser un bálsamo de felicidad y color, en medio de tanta grisura.
Una sección del Museo recrea una pequeña aula con su bandera, bustos de próceres, libros de la época y un maniquí de una niña pionera con su pañoleta roja. Los libros, a pesar de ser para niños, se veían tristes, oscuros, impresos con poca calidad. El contenido de los mismos no lo sé, pero me los imagino. El parecido con las cartillas de alfabetización y libros escolares cubanos es impresionante. Los comparé con el colorido y calidad de impresión de los libros con que estudié en la escuela primaria, en la Cuba de la década del 50, y no quedaron nada bien parados.
Otra sección muestra una serie de artículos domésticos: radios, vajillas alegóricas a fechas históricas, cámaras fotográficas, una motocicleta CZ (el sueño de miles de cubanos) y varios otros artículos de uso cotidiano. Eran la viva imagen de la mediocridad y el mal gusto.
La zona correspondiente a las artes plásticas nombrada Realismo Socialista muestra una serie de cuados con imágenes de obreros, campesinos, mujeres y soldados formando conjuntos en actitudes combativas y de fortaleza, con banderas. Todos espantosos.
Buena parte de la muestra está dedicada a los uniformes militares, medallas y condecoraciones, armas y desfiles militares de la época. Todo ello para alimentar una sentimiento de poder, grandeza y cohesión social que la vida demostró que no era tal cosa. Cuando se derrumbaron estos regímenes se demostró que todo eso era pura apariencia, todo un montaje teatral que poco tenía que ver con los sentimientos verdaderos de esos pueblos.
En una sala proyectan un documental de aproximadamente 10 minutos, que muestra secuencias de la Primavera de Praga, con los tanques soviéticos por las calles de la ciudad, las manifestaciones ciudadanas e imágenes de los dirigentes de entonces.
Las escenas más impactantes son las manifestaciones de 1989 y la represión de las fuerzas de seguridad. Me impresionó el ensañamiento con que cargaban las fuerzas antimotines contra los manifestantes y la participación de numerosos agentes vestidos de civil. Vinieron a mi mente las imágenes del “pueblo enardecido” que vemos en Cuba cargar contra las Damas de Blanco o los disidentes. Me pareció una versión del mismo guión. Me di cuenta de que el comunismo funcionaba más o menos igual en todos los países.
Salí de allí apesadumbrado, sin apenas poder hablar, pero también con la satisfacción de que para los checos, eso es ya historia.
¿Cuándo podremos los cubanos tener nuestro Museo del Comunismo en La Habana?