LA HABANA, Cuba. – No por esperada la noticia dejó de ser impactante y dolorosa. Luis García Vega no pudo ganar su última batalla contra la enfermedad que le arrancó la vida sin poder privarlo de su carácter amable y su espíritu optimista.
Lucas Garve para el mundo de la literatura y el periodismo, y sobre todo para sus amigos, deja al morir dolor y desconsuelo en los que aprendimos a quererlo y nos alimentamos de su ejemplo de persona cabal, honesta y transparente durante tantos años. También se duelen profundo sus nuevos amigos del exilio, porque solo bastaba conocerlo para sentirse encantado por su carácter, que proyectaba sinceridad, bondad y simpatía.
Intelectual de sólida cultura, hizo del magisterio un culto. Fue profesor de idioma francés, por muchos años en la Alianza Francesa de La Habana, hasta que fue expulsado por sus vínculos con la oposición pacífica y el periodismo independiente. Lucas continuó enseñando en una humilde escuela de Centro Habana, y allí también se ganó el respeto y la admiración de sus alumnos.
Lucas dedicó los últimos veinte años de su vida a la noble y riesgosa profesión de decir la verdad en Cuba. Como uno de los iniciadores del periodismo independiente, a lo largo de estos años duros fue paradigma de seriedad y excelencia profesional. Reportes sobre la cruda realidad social y económica, imágenes costumbristas de una Cuba que sufre y temas históricos muy poco explorados, que el dominaba como nadie, fueron algunos de los tópicos que abordó, con una contribución ininterrumpida y de alto vuelo que lamentablemente por estos días no es suficientemente valorada y reconocida.
Fundó y lideró por varios años La Fundación para la Libertad de Expresión, desde la cual apoyó la formación y el trabajo de los periodistas libres de Cuba y brindó justo reconocimiento a los que se destacaban en ese campo.
Desarrolló una encomiable labor de magisterio y asesoría para la Red de Comunicadores Comunitarios, cuyos integrantes se nutrieron de sus enseñanzas y experiencias para desarrollar la importante labor de informar la verdad sobre los más oscuros rincones de nuestra sociedad. La mano paciente y el espíritu altruista de Lucas están en el centro de la valiosa labor de los que muestran al mundo la cara real de esta Isla enferma de censura y represión.
Uno de los primeros libros presentados por el Club de Escritores Independientes de Cuba —que se honra en contarlo entre sus fundadores— fue su obra ¿Dime como hablas?, un magnífico estudio sobre el habla popular en Cuba.
Desde su llegada al exilio los televidentes de La Florida pudieron disfrutar de su carisma e intelecto a través de los programas de análisis político de la cadena América TeVé, donde llegó a trabajar en el área de producción. Allí tuve el privilegio de volver a colaborar con él.
Lucas fue un gran amigo. Su capacidad de entregar siempre lo mejor de sí a cambio de nada, su sinceridad y lealtad son tal vez las mayores bendiciones que disfrutamos sus amigos de siempre, algo que no olvidaremos por su ausencia física.
Al igual que hace dos años nos fue difícil aceptar su ausencia de Cuba, ahora sabemos que nuestras vidas y nuestra lucha ya no serán lo mismo sin Lucas. De su ejemplo, de ese calor y de esa luz que emanaba, debemos alimentarnos en lo adelante, para honrar su memoria y su legado siendo mejores cubanos y mejores personas.