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LA HABANA, Cuba. – Casi la mitad del fondo habitacional del país está en malas condiciones de conservación. La nueva ley de la vivienda, la flexibilización de los trámites para repararlas, y sobre todo la iniciativa personal y el esfuerzo propio están cambiando poco a poco las fachadas de una ciudad que no se ha renovado desde la segunda mitad del siglo pasado.
Con Pedro Sánchez Rodríguez se cumple aquello de que “el que no quiere caldo le dan tres tazas”. Nunca le gustó la albañilería, pero la necesidad lo forzó primero a abrazar un oficio tan noble como antiguo, y al final ya no quiere hacer otra cosa. No sabe el número exacto, pero calcula que en sus más de 20 años como albañil ha reparado cientos de casas.
No confiesa su grado de escolaridad, pero asegura que tuvo que trabajar muy duro en los campos de Güines, en la antigua provincia Habana, para ganarse la vida después que abandonó la escuela.
Lo que sabe del oficio lo aprendió mirando primero. Después pasó un curso de albañilería, uno de electricidad, y otro de plomería. Ahora cuando presta sus servicios para reparar una casa, se frece como un paquete de tres en uno.
“A los clientes les sale más barato contratar a un albañil integral como yo. Así no tienen que contratar después a un electricista y a un plomero si lo necesitan. Yo le ofrezco todo el servicio por un solo precio”, asegura.
Concuerda que en nuestro país los salarios son muy bajos, que no motivan al trabajo. Pero cree que eso no es suficiente motivo para no hacer nada.
Nunca ha dejado de trabajar por ello, y le apenan los jóvenes que se sientan día tras día en las esquinas de los barrios a beber, jugar o platicar porque no quieren trabajar. También se quedó perplejo cuando se enteró de que en el Ministerio de la Construcción (MICONS) hay más serenos que albañiles.
Aunque ha tardado varios años, su casa la ha reparado desde cero. Catalogada como inhabitable, ha ido reparando habitación por habitación en sus ratos libres, y con el dinero que ha ganado de sus trabajos particulares.
Con la ayuda del cuñado de su esposa, han convertido las ruinas de lo que en un inicio fue una lavandería de chinos del siglo pasado en una casa habitable con jardín incluido.
Desde la aprobación de la nueva ley de la vivienda a finales del 2011, los cubanos han empezado a sentirse los verdaderos dueños de sus casas: pueden venderlas, donarlas, o alquilarlas. Eso ha hecho que muchos hayan empezado a remodelar sus viviendas.
Pedro nota que las fachadas y estructuras deterioradas de las viviendas cubanas han empezado a cambiar poco a poco su mal aspecto.
Sabe que no es fácil, que el dinero escasea, y que los materiales son caros. Pero apuesta al principal ganador de esta carrera, según él: el trabajo duro.
“Hay que seguir trabajando, porque sentado en tu casa nadie te va a traer nada. Tienes que salir a buscarlo”, concluye Pedro.