QUITO, Ecuador.- El Papa Francisco visitará la isla de Cuba del 19 al 22 de septiembre. Para esta ocasión se prevé esté en La Habana, Holguín y Santiago de Cuba. En cada una de dichas ciudades el Sumo Pontífice celebrará la eucaristía. Además del encuentro con las autoridades gubernamentales, el Santo Padre se reunirá con el clero local, con los jóvenes en el Centro Cultural Padre Félix Varela de La Habana, bendecirá la Ciudad de la Loma de la Cruz, Holguín, y estará en el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre de Santiago de Cuba. Al concluir su visita, el Papa partirá hacia los Estados Unidos de Norteamérica, país donde estará del 22 al 27 de septiembre. En este último país se espera con grandes expectativas sus discursos ante la Organización de las Naciones Unidas y el Congreso de los Estados Unidos.
Resulta significativo el hecho de que el Sumo Pontífice visite ambos países en una misma gira, si se considera que su intervención fue decisiva para el restablecimiento de las relaciones entre ambos gobiernos. Esto, sin duda, ha creado cierta atmósfera cargada de interrogantes, sobre todo en Cuba, cuyo pueblo ha resistido estoicamente los embates de un régimen totalitarista por más de medio siglo, y ha estado manipulado por sus gobernantes respecto a la idea del llamado bloqueo para justificar todos los males que han sufrido.
Los cubanos tan necesitados no solo de alimentos, medicinas, calzado y ropa, sino de ser escuchados, de poder expresar sus inquietudes, de ser representados por líderes dignos y elegidos democráticamente, de ser libres y proclamar ante el mundo su realidad, ante la visita de un líder espiritual de tan elevado rango – para aquellos que lo consideran el representante de Dios en la tierra- encuentran una posibilidad para la consumación de cualquier idea de cambios en la estructura política del país.
Cuba ha sido uno de los países que ha tenido la dicha de recibir en diecisiete años la visita de dos Papas y se prepara para el advenimiento del tercero. La presencia de Juan Pablo II en enero de 1998 tuvo una connotación trascendental para la historia de Cuba y del mundo. Se rompía una barrera que distanció a la isla caribeña del Vaticano por casi medio siglo, después que el exmandatario Dr. F. Castro declarara el carácter socialista de la revolución cubana y se ocupara de separar a centenares de clérigos de sus parroquias, seminarios y centros de enseñanza religiosa. Juan Pablo II, dejó en los cubanos una gran impresión y gracias a su sabiduría y a su fuerza interior las autoridades del gobierno cubano accedieron a dar como festivo el día de la Navidad, y se agilizaron ciertos trámites para poner en libertad a un número considerable de prisioneros. La persecución a los clérigos y feligreses fue prácticamente eliminada, aunque sus pasos siguen siendo controlados por las autoridades.
El 26 de marzo de 2012 llegó a Santiago de Cuba el Papa Benedicto XVI. La primera de las misas se celebró en la plaza Antonio Maceo bajo la influencia de una de las festividades cristianas dedicadas a la virgen. La segunda misa, desarrollada en la temporada de cuaresma, fue oficiada en La Habana, en la histórica plaza mayor. La majestuosa escultura del Apóstol cubano, cuyo pensamiento fue evocado por su santidad en más de una ocasión durante su estancia en Cuba, se unía a la decoración. La imagen de la Virgen María en su advocación de la Caridad – en su forma de virgen mambisa – , presidía el oficio.
Su mensaje en la capital cubana fue un llamado a predicar la palabra de nuestro señor Jesucristo entre todos, desde las catequesis hasta las universidades. Su erudición, devenida instrumento para poder convencer a unos y convocar a otros, fue determinante para el éxito de ciertas conversaciones con los mandatarios cubanos. El permiso para que el pueblo cubano -de tradición religiosa a pesar de la presión ejercida por el régimen comunista- tuviera como festivo el viernes santo, fue uno de sus logros.
La esperada visita a Cuba del Papa Francisco ha estado precedida por la reciente gira que hiciera a tres países de Suramérica: Ecuador, Bolivia y Paraguay, en los cuales la mayoría de sus habitantes profesan la religión católica, independientemente de sus tradiciones y formas ancestrales de adoración, cuyos ritos se han mezclado con la fe cristiana. El fanatismo, la veneración excesiva y la incomprensión del verdadero mensaje Papal, matizaron el comportamiento de los fieles, los que llevados por su carga emotiva que compensa su carencia de instrucción y su cultura primitiva, aclamaban por doquier la presencia del Santo Padre, cuya cargada agenda y excesivos viajes podían agotarle. Lamentablemente, en estos países la visita del Papa fue un verdadero suceso social, pasando a un segundo plano el mensaje espiritual que el Santo Padre pretendía ofrecer y que se dispersaba entre pompa, política y tradiciones.
Los pueblos visitados por su Santidad, más que el mensaje de espiritualidad a través de la expresión del evangelio y la enseñanza del Bendito Redentor, esperan milagros que puedan solucionar sus problemas económicos y sus conflictos políticos. A pesar de las expectativas, la presencia de una figura que se supone sea de una extraordinaria espiritualidad, tendrá siempre un efecto benéfico, no solo para las multitudes que acuden devotamente a congregarse frente al Santo Padre, sino para las naciones y todos sus moradores, incluyendo sus gobernantes.
Recordemos en estos días que preceden a la vista del Papa Francisco las sabias palabras del Apóstol cubano: “Todo pueblo necesita ser religioso. No solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo”, y para su utilidad el pueblo cubano debe seguir rescatando su sentido de la religiosidad.
Ojalá la presencia del Sumo Pontífice lleve verdaderas bendiciones a las poblaciones de ambos países, de manera especial a sus líderes y gobernantes para que sean receptivos a su mensaje en su esencia y su significado trascendental. Detrás de cualquier símbolo existe siempre una realidad que hemos de descubrir. La presencia del Papa Francisco en países que por más de medio siglo han sido rivales no debe quedarse en la idea de lo simbólico. La realidad es inminente. El restablecimiento de verdaderos lazos entre los gobiernos de E.U. y Cuba es una necesidad. La consumación del hecho será una lección para varios países del continente, cuyos gobiernos han asumido posiciones que los aproximan a los “ideales” de la dictadura comunista cubana, los que pudieran llegar, al igual que Cuba, al aislamiento y a la autodestrucción.