LA HABANA, Cuba.- No es mucho lo que se conoce sobre las ponencias presentadas en el Primer Simposio Internacional La Revolución Cubana: génesis y desarrollo histórico, que acaba de concluir en el Palacio de Convenciones de La Habana.
La prensa cubana, en general, informó someramente acerca de este evento, y solo ofreció detalles del discurso inaugural de René González Barrios, presidente del Instituto de Historia de Cuba, así como de las conferencias impartidas por el teólogo brasileño Frei Betto, y el presidente de la Academia de Historia de Cuba, Eduardo Torres Cuevas.
Al parecer, la intervención de este último habría marcado uno de los momentos significativos del cónclave al contener el mensaje que las autoridades deseaban transmitirles a los historiadores y demás profesionales de las ciencias sociales reunidos en esta cita. El señor Torres Cuevas apuntó que “la historia está hecha, pero en muchos casos no está escrita y corremos el riesgo de perderla, de que caiga al olvido”.
Es decir, que el también director de la Biblioteca Nacional de Cuba llamó a sus colegas a escribir sobre estos 56 años de revolución castrista, y así abandonar la tendencia facilista de reflejar solamente los períodos colonial y republicano. Una costumbre que también ha estado presente en la obra de novelistas, ensayistas y otros creadores agrupados en la oficialista Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Claro, el señor Torres Cuevas debió ser autocrítico y reconocer que él tampoco está en condiciones de lanzar la primera piedra. No hace mucho llegó a manos de los lectores cubanos su libro Historia de la Iglesia Católica en Cuba (1516-1789). O sea, que el presidente de la Academia de Historia de Cuba, al concluir su visión del catolicismo cubano en las postrimerías del siglo XVIII, nos privó de conocer su criterio sobre otros acontecimientos de gran relevancia, como la expulsión de sacerdotes a bordo del Vapor Covadonga en 1961, el diferendo Iglesia-Estado de 1993 a raíz del mensaje pastoral El amor todo lo espera, o la discriminación sufrida por los creyentes de la isla cuando sus gobernantes se adhirieron al Ateísmo Científico preconizado por los manuales soviéticos de economía política.
Es comprensible que estos creadores asistentes al Simposio hayan esquivado durante todos estos años los temas referidos a la revolución cubana en el poder, pues hubiese sido inevitable, de no tratarse de corifeos del castrismo, que mostraran en sus obras la cara fea de este último medio siglo en la vida de los cubanos. Y ya sabemos lo que eso puede significar para un creador. Por citar un solo ejemplo, tenemos el caso del novelista Pedro Juan Gutiérrez: uno de los escritores cubanos más conocidos internacionalmente, y prácticamente olvidado por las editoriales y la cultura oficialistas.
Por su parte, el teólogo Frei Betto, después de alabar al socialismo cubano y a sus dirigentes— como suele hacer habitualmente—, señaló como un peligro la posibilidad de que los jóvenes vean la revolución como algo del pasado, y que no se identifiquen con Fidel, Raúl y el Che. Sería otra alusión a la necesidad de que se escriba más sobre el período posterior a 1959.
Es probable que esa idea expuesta ahora por Betto haya sido “cocinada” previamente entre los dirigentes cubanos y sus aliados de la izquierda radical en la región, y en consecuencia organizaran este Simposio Internacional para dar el pistoletazo de arrancada a la escritura de obras que eliminen semejante vacío histórico.
Por supuesto, siempre que, en lo fundamental, no se aparten del punto de vista de los dirigentes cubanos. ¡Porque no habría que exagerar, eh!