El acercamiento, anunciado por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro el 17 de diciembre, incluye un intercambio de prisioneros en el que La Habana cambió al consultor norteamericano Alan Gross y un espía estadounidense no identificado por tres agentes cubanos. El acuerdo contempla la apertura de embajadas, una mayor libertad de movimiento y menos restricciones a las transferencias financieras. Cuba también ha acordado liberar a 53 presos políticos.
El padre Mecías Souza Neto, un sacerdote católico en el centro de Cuba, señaló que el acuerdo fue anunciado el día de San Lázaro – el santo más popular de Cuba – y en el cumpleaños de Francisco, que fue clave en facilitar las conversaciones.
En el lado oficial, el estado de ánimo es optimista. Para algunos, como Ana Margarita Zumbado, dirigente provincial de la Central de Trabajadores de Cuba en la provincia de Cienfuegos, en el extremo este de Cuba, esto es equivalente a la victoria absoluta.
“Los imperialistas se percataron que a nosotros no hay quien nos haga claudicar,” dijo ella. “Entendieron que estaban perdiendo”.
Una visión más matizada fue expresada por Mario Brito, escritor y director de la Casa del Escritor en el municipio de Manicaragua.
“[El anuncio] marcará un hito en la historia de la diplomacia, es una manifestación de inteligencia”, dijo Brito, quien pidió subrayar su afiliación al Partido Comunista de Cuba. “Obama ha crecido un poco ante los ojos de los cubanos. Ha hecho un gesto que lo aproxima a alguien que es Premio Nobel de la Paz”.
En el otro lado de la valla política, había profundas divisiones.
Guillermo Fariñas, líder disidente y premio Sajarov, denunció el acuerdo entre Washington y La Habana como “un acto de traición”.
Idalberto González Gómez, un viejo estadista de la oposición en la ciudad de Santa Clara, afirmó que el presidente Obama se había “congraciado” con Raúl y Fidel Castro, por razones de política interna.
“No me esperaba esto”, dijo. “Lo considero como una traición. Ahora nos van a aplastar por completo”.
No todo el mundo tuvo una opinión tan negativa sobre el acuerdo.
“Me parece positivo. Me niego a pensar que el presidente Obama vaya a querer apuntalar la tiranía de los Castro en Cuba”, dijo José Antonio Fornaris, presidente de la Asociación Pro Libertad de Prensa.
José Galván Rodríguez, médico exiliado en la Florida, concuerda en que Obama es probable que continúe el apoyo a los derechos humanos y la libertad de expresión, asociación y reunión.
Fornaris señaló que el embargo de Estados Unidos – todavía vigente y a la espera de una decisión del Congreso – podría proporcionar un punto de presión para exigir más a la Habana.
“Creo también que no se debe levantar el embargo sin condiciones y algunas de [ellas] deben ser que se reconozca a la oposición y que se prepare el país para hacer unas elecciones libres y democráticas”, dijo.
Otros estuvieron de acuerdo en que la condicionalidad fue clave para hacer el trabajo de acercamiento político para los cubanos.
José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), el mayor partido -ilegal- de la oposición, dijo que sería un error de Washington mejorar los vínculos comerciales con La Habana sin tomar los pasos esenciales para garantizar los derechos básicos.
David Mauri Cardoso, del prohibido Partido Liberal Nacional, teme que una flexibilización de las sanciones de Estados Unidos podría ser contraproducente, ya que podría permitir que el gobierno cubano evite embarcarse en reformas económicas esenciales como “el reconocimiento legal de la propiedad privada”.
Un posible resultado del deshielo en las relaciones podría ser una mayor movilidad para la población, con personas que viajen por la vía legal en lugar de escapar de Cuba en embarcaciones.
Alex, un residente de La Habana de 25 años de edad, dice que sus planes para escapar no serán alteradas por el cambio diplomático.
“No tengo esperanza. Hoy Estados Unidos le ofrece oportunidades a Cuba, pero quién me asegura que el gobierno dé libertades a su pueblo” dijo. “El que tenga la oportunidad de irse y no la aproveche bien, ¡loco está!”.
Michel, de 32 años, también tiene la intención de irse, pero a diferencia de Alex, él podría ser persuadido para permanecer si las cosas empiezan a cambiar.
“A mí me gusta mi país, no quisiera irme” dijo. “Pensaré quedarme si en verdad [con el acuerdo] llega la prosperidad a Cuba”.