HOLGUÍN, Cuba. – Una interminable cola que se extendía dos cuadras por las calles Aricochea y Libertad de esta ciudad nororiental cubana sorprendió al joven matrimonio de Carlos Rodríguez y Jazmín Ávila, quienes acudieron a la tienda Modas Praga a las 7:00 de la mañana con la intención de comprar aceite, pollo y detergente.
Después de escuchar por la radio las noticias sobre la creación de los “grupos para enfrentar coleros y revendedores” en Holguín, “teníamos la esperanza de que no hubiera tanta gente en la cola”, dijo Jazmín a CubaNet.
No obstante, la creación de tales grupos no ha dado los resultados que esperaba el régimen cubano. Las colas continúan y el comercio informal es imparable.
La escasez de productos de primera necesidad, que golpea al pueblo cubano desde 2019 por la falta de liquidez del régimen para pagar las importaciones y por la incapacidad para producir, se agravó con la pandemia de coronavirus. Tras la detección de los primeros casos de COVID-19 en la Isla, el régimen perdió una de sus principales entradas de divisas: el turismo.
Sin una nueva estrategia para salir de la crisis económica y satisfacer las demandas del pueblo, el Gobierno cubano vuelve una y otra vez a utilizar métodos fracasados.
El 1 de agosto, por todo el país, las autoridades crearon grupos para la prevención y enfrentamiento a coleros, revendedores y acaparadores con el objetivo de “organizar las colas, y eliminar las listas y turnos otorgados por algunas personas durante varios días”, dijo Juan Miguel Morán, coordinador de los programas y objetivos de la defensa del Gobierno Provincial de Holguín.
Sin embargo, después de casi un mes de grupos anti-coleros, la idea gubernamental no ha tenido los resultados esperados: las colas cada día son más largas y desorganizadas.
“Ni la Policía, ni los grupos ‘anti-coleros’ han eliminado las extensas colas. Solo el abastecimiento solucionará el problema”, explicó Carlos, el joven que esperaba junto a su pareja.
La creación de los grupos para la prevención y enfrentamiento a coleros, integrados por jefes, funcionarios y miembros de las organizaciones de masas, también ha puesto en evidencia la incapacidad de efectivos de la Policía y el Ejército para evitar las aglomeraciones en medio de la pandemia de coronavirus.
“Nada se dice sobre las autoridades que no fueron competentes en esta tarea. La disciplina presupone respeto y el respeto a su vez presupone eficiencia”, escribió un lector en los comentarios de la edición digital del diario Granma.
El surgimiento de estos grupos también demuestra que “los llamados coleros no son casos aislados como ha querido hacer ver el Gobierno”, dice Mabel Ramírez mientras espera su turno en el centro comercial Nueva Imagen, situado en el reparto Peralta.
En una intención para reformar las actitudes de las “coleras”, el Gobierno ha intentado propiciar “un oficio socialmente útil” a través de las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia rectoradas por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
Bajo condición de anonimato, varias personas dedicadas a vender su puesto en las colas como medio de vida coinciden en que, a pesar del riesgo a ser detenidos y procesados, los cubanos prefieren dedicarse a un trabajo informal pues brinda mejores dividendos que los centros estatales, donde predominan los bajos salarios, la precariedad laboral, las pésimas condiciones de trabajo y la falta de oportunidades para mejorar económicamente.
Según un informe de la Fiscalía territorio, hasta el momento las autoridades han sancionado o advertido a 3000 ciudadanos, con predominio de revendedores, coleros y traficantes de divisas. Una parte importante de ellos, más de 1500, han sido acreedores de multas de orden contravencional (entre los 1000 y 3000 pesos), a tenor de lo establecido en los normas jurídicas. Han sido advertidas oficialmente de manera preventiva 700 personas mientras que con más de 300 se han utilizado “otras formas de profilaxis”.
Otra cifra considerable de ciudadanos en la provincia han sido procesados por los supuestos delitos de ‘especulación’ y ‘acaparamiento’ por haber adquirido mercancías con el propósito de revenderlas, según el citado informe. Sobre ellas, dice la Fiscalía, pueden recaer penas de tres meses a un año de privación de libertad.
Sin embargo, detrás de la escasez también hay “un entramado de malversación a cargo de dirigentes corruptos”, piensa José Enrique Silva, quien no temió expresar su opinión a un medio independiente mientras esperaba en una cola para comprar en la tienda La Hogareña.
“El pueblo es el que hace la cola exponiéndose al coronavirus. ¿Cómo los dirigentes logran satisfacer sus necesidades y las de sus numerosas familias si nunca se les ha visto en una cola?”, se pregunta Silva y agrega: “Ellos adoptan una posición cómoda al solicitarle al pueblo distanciamiento y percepción del riesgo, pero no exponen su salud ni la de su familia en una cola”.
En ese mismo sentido, el cineasta cubano Ernesto Daranas criticó la utilización de fragmentos de su película “Conducta” para criminalizar a una parte de los cubanos. “Los coleros no son el verdadero problema. Criminalizarlos no pondrá fin a la escasez, del mismo modo que televisar solo a los acaparadores deja intacta la raíz de la corrupción que nos agobia”, escribió el director de cine.
La semana pasada, CubaNet comprobó que la venta de pollo y aceite en la Luz de Yara, el mayor centro comercial de Holguín, había generado una multitud que se extendía, en fila, por más de 200 metros.
“El desabastecimiento es el culpable de las inmensas colas y no los supuestos coleros-acaparadores-revendedores a quienes quiere culpar el régimen para librarse de la responsabilidad de su ineficiencia”, dijo un joven situado casi al final de la cola y vestido con uniforme de la Empresa Eléctrica.
El espectáculo informativo en los medios oficialistas contra los “coleros” y revendedores ―comenta el joven que se identificó como Pablo― pretende librar de culpas a la cúpula gobernante y desviar la atención de la realidad: la incapacidad gubernamental para satisfacer las necesidades básicas de la población.
Varias voces autorizadas se han manifestado públicamente en contra de los “grupos para la prevención y enfrentamiento a coleros” creados por el Gobierno.
Según los economistas cubanos Pedro Monreal y Mauricio de Miranda Parrondo, la arremetida del régimen contra los llamados “coleros” es un error que ataca el efecto y no la causa.
¿Qué tan efectiva será le medida contra los coleros?, se pregunta De Miranda Parrondo. “Pues yo creo que eso es bastante relativo”, se responde. “Se puede hacer un despliegue como el que se está haciendo, pero el fenómeno no se va a eliminar”.
Por su parte, el dramaturgo holguinero Yunior García escribió en su perfil de Twitter: “No son tiempos de ‘camisas negras’, como en la época de Mussolini. Ni son tiempos de la ‘Guardia Roja’ de Mao. ¡Ya basta de estupideces! ¡Somos Cuba, carajo! Todos y cada uno. ¿A dónde vamos? ¿Quiénes son los 22 000 anticoleros? ¡Que siembren, coño!”.
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