LA HABANA, Cuba.- “Pase más de diez meses reuniendo para comprar mi teléfono, después de cuatro meses de uso comenzó a fallarle el táctil. Es un smartphone chino marca BLU, por suerte acudí a un taller de reparación y el arreglo me costó 10 CUC. No es lo mismo pagar esa suma que comprar uno nuevo. Tardaría meses reuniendo otra vez para poder tener otro teléfono”, dice Diana Barrios, una maestra de primaria que, como muchos en la isla, acude a los talleres de reparación cuando la tecnología falla.
Alan Hernández, un joven dueño de un taller de reparación de móviles que ha aprendido el oficio como la mayoría, de forma empírica y “dando cabezazos”, explica que tanto él como sus colegas “nos hemos especializado en reemplazar o reparar cualquier pieza de cualquier dispositivo sin importar la marca o el modelo. No importa si se trata del gigante coreano Samsung o el más temido por los mecánicos cubanos: el iPhone y su sistema operativo cerrado; nosotros siempre tratamos de dar soluciones, aquí botar a la basura no es una opción”.
“Yo comencé mi negocio desde el año 2009, cuando aprobaron el trabajo por cuenta propia, en ese entonces solamente instalaba aplicaciones en los móviles y hacía pequeños trabajos de software y pirateo para instalar aplicaciones en iPhone y iPod, que eran pocos por ese entonces. Poco a poco fui aprendiendo, y estudiando en Internet cada modelo nuevo de teléfono que iba saliendo hasta que me metí en el mundo de la electrónica y el hardware y ya aquí hoy en mi taller hacemos cualquier trabajo de reemplazo de placas, cámaras, puertos de carga, incluso cambio de bandas en algunos modelos de teléfonos móviles”, añadió Alan.
En Cuba la tecnología es difícil de adquirir. La mayoría de los dispositivos que entran al país son importados y comercializados en el mercado negro. Un teléfono móvil de gama baja y fabricación China como los BLU, muy abundantes en la Isla, puede costar unos 120 dólares, que significan unos seis meses de salario completo para el cubano medio.
“En Cuba desechar un móvil o cualquier otro dispositivo cuando se rompe no es una opción. Cuando esto ocurre lo primero es llevarlo a uno de estos talleres de reparación para que los ‘especialistas’ den su criterio y te digan si tiene arreglo, y lo principal: cuánto costará. De no tener solución siempre se le saca algo porque los mismos técnicos del taller te ofrecen algo de dinero por el dispositivo roto para aprovechar alguna de sus partes”, comentó Junior López, un joven amante de la tecnología.
Esta alternativa de trabajo por cuenta propia es una de las más florecientes en toda la Isla; cada vez son más los talleres de reparación que abren sus puertas al público, y cada vez más las opciones que estos brindan a sus clientes. Muchos comercializan teléfonos móviles importados de otros países y todo tipo de accesorios como fundas, baterías, auriculares, entre otros. Aunque la comercialización de estos productos no es permitida por el Estado cubano, esta actividad constituye la mayor fuente de ingresos, según Alan.
“Donde obtenemos mayores ganancias es revendiendo todo tipo de dispositivos y todo tipo de accesorios. Ese servicio no lo da ninguna tienda del Estado y si en ellas encuentras algo no puede competir con nuestros precios. Compramos de todo y muy barato a las personas que viajan. Siempre nos cuidamos de los inspectores porque eso no está permitido, aunque todo el mundo lo sabe y los inspectores y los policías son los primeros que vienen a arreglar ‘gratis’ sus teléfonos a cambio de hacerse los de la vista gorda”, explicó el joven emprendedor.
“Se gana dinero, pero lleva mucho sacrificio y horas de dedicación. Es una carrera igual que la medicina: hay que mantenerse todo el tiempo estudiando porque si no la tecnología te aplasta; cada día salen más dispositivos al mercado y hay que estar arriba de la bola (mantenerse actualizado) para no quedarse atrás”, agregó.
“Aquí los talleres particulares casi siempre resuelven las roturas. Lo mismo te cambian una placa completa de un Samsung Galaxy de último modelo que le cambian la pantalla a un iPhone 7 plus”, dijo para este trabajo un joven llamado Alexis González amante de los smartphones que se encontraba en un taller en La Habana.
En los talleres de reparación, no importa la marca, el modelo ni el fabricante del dispositivo dañado, se hacen adaptaciones de partes y piezas entre marcas diferentes. Se llegan a reciclar baterías, pantallas táctiles, cintas, altavoces, cámaras, y se reparan móviles con partes de otros.
Algunos cuentan con tecnología de punta como microscopios electrónicos y equipos de micro soldadura. La mayor parte de las piezas para trabajar las obtienen de personas que viajan y las importan desde otros países.
“El reciclaje de piezas es la parte fundamental para mantener el negocio”, según algunos entrevistados. El ingenio, sumado a la necesidad, hace crecer la creatividad en un país donde botar tecnología rota a la basura nunca es una opción.