LAS TUNAS, Cuba.- El campesino cubano “celebra” su día el 17 de mayo. En esa fecha, pero del año 1959, en Cuba se promulgó la Ley de Reforma Agraria.
“Se proscribe el latifundio. El máximo de extensión de tierra que podrá poseer una persona natural o jurídica será treinta caballerías (13,42 hectáreas)”, decía el artículo uno de aquella ley, advirtiendo: “Las tierras propiedad de una persona natural o jurídica que excedan de ese límite (30 caballerías) serán expropiadas para su distribución entre los campesinos y los obreros agrícolas sin tierras.”
La ley que murió al nacer
Promulgada el domingo 17 de mayo de 1959, este martes la letra y el espíritu de la Ley de Reforma Agraria estaría cumpliendo 57 años, si aquel mismo día el entonces primer ministro Fidel Castro no hubiera dado una estocada de muerte a la ley acabada de nacer cuando dijo: “Es necesario que conservemos esos latifundios como grandes unidades de producción agrícola y que sean propiedad de todo el pueblo, de toda la nación. A esas grandes unidades las llamaremos Granjas del Pueblo”.
Así, una ley llamada a multiplicar la propiedad agraria, se transformó, por su estatismo, en el más sólido freno que nunca antes tuvo la posesión rural en Cuba, y, en lugar de incentivar la propiedad agropecuaria, de hecho se transformó en sepulturero del campo cubano.
Según la revista Economía y Desarrollo en una edición de 1972, la tierra arable de Cuba en el año 1959 se cuantificaba en 8 522 276 hectáreas distribuidas en 42 089 fincas, en manos de 30 587 propietarios.
Pero si la primera Ley de Reforma Agraria de mayo de 1959 expropiaría el latifundio para pasarlo de manos particulares a las del Estado, la segunda ley promulgada en octubre de 1963 desposeería la mediana propiedad rural, permitiendo la tenencia de sólo cinco caballerías de tierra a los pequeños agricultores.
De esta forma, en fecha tan temprana como es 1964, 13 354 fincas se transformarían en 263 empresas estatales, primero llamadas “Granjas del Pueblo”, luego “Granjas Estatales del Pueblo, Agrupaciones Agropecuarias, Distritos”; un sin número de eufemismos y sofismas que llegan hasta el día de hoy con aquello de “entrega de tierras en usufructo” para conseguir un único propósito: “pasar de manos de particulares a manos del Estado 7,8 millones de hectáreas del mejor suelo agropecuario y forestal de Cuba y mandarlo desde un sillón en el “Consejo de Estado” como si de un ejército se tratase,” dijo a este corresponsal un expropiado.
¿Campesino? ¡Ni pensarlo!
Para Fidel Castro transformar un obrero agrícola en campesino –esto es, en propietario rural– es un retroceso. Y así lo hizo saber en 1977, en el V Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), al expresar: “Al organizar aquellas cooperativas en las empresas cañeras (expropiadas) dábamos un paso adelante en relación a lo que había significado la parcelación de aquellas tierras (…) Desde el punto de vista social había sido un retroceso, porque aquellos obreros (agrícolas) los habíamos transfigurado de obreros, de proletarios, en campesinos.”
Pero si en su juventud Fidel Castro temió al campesino por aquello de ser el dueño del campo y en consecuencia lo redujo a la inocua condición de pequeño agricultor, en el ocaso de sus días el exgoberante temió más a la desaparición de los productos del campo que a la condición libertaria del propietario rural, y sí lo hizo saber al secretario general del partido comunista francés Georges Marchais, quien obsequiaba “excelente vino francés, quesos maravillosos y foie gras al Comandante”, según reseña Ignacio Ramonet en su libro Cien horas con Fidel:
“¿Qué piensan hacer ustedes cuando lleguen al poder?”, preguntó Castro a Marchais
“Vamos a nacionalizar una serie de bancos y de grandes empresas”, dijo Marchais.
“Bueno, no se les ocurra socializar la agricultura. Dejen en paz a los pequeños productores, no los toquen. Si no, pueden decir adiós al buen vino, a los buenos quesos y al excelente foie gras”, advirtió al comunista francés Fidel Castro, quien en 1959, en el I Congreso Campesino decía: Para mantener el consumo, para mantener la riqueza, para hacer la reforma agraria, no es posible repartir la tierra en un millón de pedacitos.”
Con todo y guerra avisada comandante y general vencidos
En Holanda y en Estados Unidos, países con reconocida eficiencia en la producción lechera, el hato promedio oscila entre 33 y 45 vacas respectivamente. En California la granja promedio es de 170 hectáreas. En Brasil, los productores de cítricos que cuentan con más de 60 mil hectáreas, parcelan sus propiedades en fincas de unas dos mil hectáreas; el productor promedio posee unas 800 hectáreas.
Pero hasta el derrumbe del comunismo en la extinta Unión Soviética y sus satélites, que durante años proporcionaron maquinaria, combustibles, lubricantes, abonos, plaguicidas y toda suerte de insumos, las empresas agrícolas estatales cubanas oscilaban entre tres mil y 30 mil hectáreas de superficie; y con todo, desde el 12 de marzo de 1962, cuando a través de la Ley 1015 fue decretado el abastecimiento por cuotas y hasta el día de hoy, la población cubana debe adquirir arroz, frijoles, grasas comestibles, carne, leche, café, azúcar, mediante cartilla de racionamiento, que en el caso de la carne y la leche sólo es dable por dieta médica o a niños de hasta siete años, pese a que el ya lejano 26 de julio de 2007, el general Raúl Castro proclamó en Camagüey que en Cuba había tierra para producir leche “para todo el que quisiera tomar un vaso.”
Y fue precisamente desde Camagüey de donde, el 7 de junio de 1959, a menos de un mes de promulgada la Ley de Reforma Agraria, la Asociación de Ganaderos advirtió su fracaso acordando “su rechazo a la actual redacción de la Ley de Reforma Agraria, porque el brusco cambio de sistema económico del país traerá aparejado la paralización de la economía con sus consecuencias inmediatas de hambre y miseria. Paralización que jamás podrá ser imputada a las clases económicas y será inevitable consecuencia de la propia repercusión de la ley acordada.”
Huelga decir que los campos de cultivo en Cuba se transformaron en terrenos baldíos cubiertos de marabú; que el ataque recibido por los ganaderos hasta conseguir su exterminio como clase social dentro del campo cubano, en Cuba hacen de un vaso de leche un objeto raro.
Pero si no bastara con recordar aquel dicharacho castrista de “con novillas o sin novillas les partimos la siquitrilla” anunciando el fin de la propiedad rural en Cuba, a los menos enterados de la historia de este país bastará observar al día de hoy cómo desde sus oficinas climatizadas, los burócratas del partido comunista fijan precios de cosechas con la anuencia de jueces y fiscales mientras los campesinos enflaquecen bajo el sol.
Aunque, como producen a precios fijos y por planes de siembra controlados por la administración estatal, en lugar de campesinos debí decir proletarios. Esto es, jornaleros, aunque en Cuba trabajen tierras en “usufructo gratuito” o con título de “propiedad.”