LA HABANA, Cuba.- Durante más de medio siglo la urbanización de la isla ha sufrido las consecuencias del paso del tiempo y la falta de mantenimiento, ocasionando innumerables derrumbes que han sumido a decenas de miles de familias en la desesperación y la indigencia.
Evaristo, un jubilado de 71 abriles que vive en un albergue hace 11 años y prefirió reservarse su apellido, opina que “el descuido y la ineficiencia del Gobierno para construir nuevas viviendas y reparar las ya existentes se puede considerar un crimen. En todos estos años de socialismo suman miles los muertos y mutilados por causa de los derrumbes”.
“Es increíble la cantidad de terrenos urbanizables que existen en la capital y a todo lo ancho y largo del país. Terrenos y locales abandonados que se han convertido en eternos depósitos de basura y espacios propicios para la proliferación de ratas y otros vectores. Y el Gobierno prefiere que se destruyan y se pudran antes de dárselos a la gente para que construya y resuelva su problema de vivienda”, continúa el anciano albergado.
Rosendo Miranda, un constructor de 76 años que laboró en diferentes brigadas “de las muchas que se crearon” durante los años 80 del siglo pasado, por órdenes de Fidel Castro para abrir túneles y construir refugios, ofreció sus consideraciones sobre “el impacto de aquella locura en la crítica situación de la vivienda”.
Miranda, quien calificó de “apocalíptico” el “programa del comandante”, recuerda que “se emplearon miles de trabajadores, se gastaron toneladas de materiales y recursos, se consumieron centenares de agotadoras horas-trabajo para abrir túneles y construir refugios para protegernos de una ‘inminente agresión de los Estados Unidos’ que sólo existía en la mente de un iluminado de mierda”.
“Pero, como siempre, se hizo la voluntad del comandante”, destaca, sin ocultar su disgusto. “Y no sólo se dejaron de reparar y construir nuevas viviendas, sino que muchas en buen estado se dañaron por el impacto de las explosiones que se llevaron a cabo para debilitar la masa de tierra y roca que luego extraíamos para que se creara el túnel. Una verdadera locura, y para nada”.
Otro testimonio que obtuvimos a cambio de no revelar la identidad del entrevistado, fue el de un ex director municipal de Vivienda. El exfuncionario, actualmente jubilado, se refirió a las “decenas de miles de viviendas que el Gobierno se apropia para convertirlas en sedes de empresas, organizaciones políticas y centros laborales, sin contar las que reserva para favorecer a sus dirigentes”.
Según las declaraciones del burócrata, “en el municipio Diez de Octubre se cuentan por cientos las viviendas que el Gobierno ha convertido en centros estatales. Uno de los ejemplos: “Por la Calzada Santa Catalina, desde Mayía Rodríguez hasta la Calzada de Diez de Octubre, en una distancia de un kilómetro, existen 17 viviendas expropiadas”.
Continúa explicando: “En el municipio Plaza de la Revolución sobre todo en las zonas mejor ubicadas del Vedado, la cifra de estas viviendas expropiadas es impresionante, y en el reparto Miramar, ni te cuento. Esa zona residencial se ha convertido en la sede de las expropiaciones”.
“Toda vez que el Gobierno se interesa en una vivienda, la declara ‘de interés social’ e inmediatamente pasa a formar parte de la Reserva del Consejo de Estado. Y suman miles y miles las viviendas que pudieron resolver el problema habitacional de la población y que han pasado a ser propiedad privada de un Gobierno que no es capaz de crear nuevas construcciones ni para su propio beneficio. Para el ladrón, es más fácil disfrutar de lo ajeno que crear un patrimonio derivado de sus esfuerzos”, concluye.
Eleonora Rivas, una jubilada de 66 años que laboró como inspectora de la Vivienda en diferentes municipios de la capital, agregó que “los compromisos que contrae el Gobierno con sus colaboradores más fieles son incontables”.
Y continúa Rivas añadiendo que “entre los solares y terrenos yermos, los locales abandonados que se deterioran por días, y los extensos espacios urbanizables que existen en la capital (y a todo lo largo y ancho de la isla) hay suficiente capacidad física para que cada familia posea una vivienda decorosa y se cree una reserva considerable de viviendas para enfrentar el crecimiento poblacional futuro”.
Según el testimonio de los entrevistados que desempeñaron su trabajo en instituciones estatales, “no existe un control estadístico confiable que nos permita establecer el número real de viviendas y locales abandonados o en poder del Estado. Pero si te tomas el trabajo de caminar por los municipios de La Habana te quedas desconcertado y, entonces, ya puedes entender mejor porqué Cuba se ha convertido en el país de las viviendas muertas”.