LA HABANA, Cuba.- Las alternativas de los jóvenes cubanos para subsistir en estos tiempos, ha hecho que cambien el rumbo de sus vidas al dejar de ejercer profesiones para las que se prepararon con años de estudios, es este el caso de Joel, joven que conocí en la calle.
Atraído por la pintura corporal que cubre casi todo su cuerpo, le pedí dejara tomarle algunas fotos, hecho que propició adentrarme en el mundo de este joven cuya profesión es enfermero, dejada a un lado en busca de una alternativa que le permita una entrada de dinero para mantenerse decorosamente.
De amigos que ya no viven en Cuba aprendió Joel el arte del tatuaje. En un inicio hacía dibujos simples, hasta que adquirió la práctica necesaria y hoy realiza grandes pinturas corporales a quienes acudan a su casa en busca de perpetuar en su piel alguna imagen.
En las diferentes modalidades recogidas en el trabajo por cuenta propia no está el oficio de tatuador, pero Joel, con su experiencia de enfermero, sabe los cuidados que requiere esta invasión al cuerpo humano. Guantes desechables, hasta un autoclave para esterilizar posee en su estudio.
Las tintas se las envían amistades desde el exterior. En cuanto a los instrumentos, la máquina que utiliza en la actualidad es profesional, aunque comenzó con una artesanal, hecha con el motor de una reproductora de audio. Su criterio es que “si tú eres bueno en esto, depende de ti en mayor medida lo que hagas, no de la máquina que uses”.
“Todo se dificulta, el temor de que te cojan siempre está ahí, pero vale arriesgarse”, me expresa Yoel, mi vida ha cambiado, antes trabajaba por un salario y estaba consagrado a mi profesión, trabajaba de día y las guardias me mataban en la noche, la remuneración era poca, dedicarme a hacer tatuajes fue una salida a los problemas económicos que tenía, el oficio ciertamente no es legal, pero con esto yo no robo, no estoy haciendo más que arte, porque además me gusta.