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LA HABANA, Cuba.- Los integrantes de la agrupación de reggae Estudiante sin Semilla tienen una deuda pendiente que la censura no le deja saldar: la presentación de su último CD, Diáspora Ilegal.
Este sábado Ras Sandino, cantante y compositor del grupo, no esperó por la autorización oficial del día y el espacio para presentarse. Cantó los temas del disco en un concierto desde la cocina de su apartamento en el Edificio LH 2, Alamar. Una “fiesta alternativa” que sumergió a los participantes en un espacio de libertad dentro de las paredes del pequeño apartamento.
Las once canciones que contiene el disco describen de forma milimétrica, mediante el reggae, la marginalidad y el sentido de la vida en Cuba; orientado hacia el éxodo migratorio que no deja de castigar la isla.
Temas como Trabaja que trabaja, Ojalá y Crisis mundial forman la parte básica de la ruptura del grupo rastafari con los permisos oficiales. Sin duda estas composiciones encabezan el mejor argumento de la censura oficial, que obstaculizó el lanzamiento en espacios públicos.
Como una profecía, el primer obstáculo de Diáspora Ilegal fue la emigración de uno sus integrantes. En diciembre del 2016, la muerte de Fidel Castro truncó otro de los intentos de la presentación del álbum.
Al respecto Ras Sandino dijo a CubaNet: “Se suspendió el concierto, esperamos la semana que dieron de luto (…) Después fuimos a pedir el permiso y nos dijeron que eso era por gusto, que no iban haber manifestaciones artísticas”.
Sin embargo, “sí hubo manifestaciones artísticas; pero bueno, las que ellos (las autoridades) entendieron”, añadió.
Incómodos para la cultura oficial
Fundada en el 2005, la agrupación Estudiante sin Semilla es una de las pesadillas culturales del gobierno en Alamar, en el Este de La Habana.
El conjunto de reggae surgió dentro del proyecto artístico social comunitario OMNI-ZonaFranca de la localidad. En un principio la propuesta, que acoge todos los géneros artísticos en la localidad, fue asimilada por los programas oficiales de cultura. En la medida que el movimiento urbano gano en interacción, se salió del gusto oficial y fueron catalogados de “agitadores sociales”.
Incómodos para la cultura oficial también se interpreta como vigilados por la policía política. Ras Sandino sabe leer este código de la censura, y para mantener su proyecto de Estudiante sin Semilla se desviste de su nombre artístico.
“Santo Pérez Pita es mi nombre cubano”, dice, para revelar el nombre con el que trabaja para el gobierno “por un poquito de pan”, como dice en una de sus canciones.
“Trabajo en la campaña antivectorial, soy fumigador (…) Durante el día colaboro en la campaña contra el mosquito”, dice de forma sarcástica. “En las noches escribo canciones en la casa cuando la musa anda cerquita”, añade.
El contenido de las canciones de Ras Sandino brota de la socialización en la vida diaria dentro de un movimiento rastafari confinado al underground en los barrios capitalinos.
“Me ha tocado hacer muchas cosas. Trabajé en la construcción, barriendo calles, de panadero, pintor, cuentapropista (…) Eso es lo que yo llevo a mis canciones, todo el tiempo escribo lo que vivo, lo que roza mi piel, lo que no me deja dormir. Eso es Estudiante sin Semilla”.
El cantante tiene en su contra el describir la realidad de los cubanos, y es precisamente eso lo que enfurece la censura. Quizás por eso Ras tuvo alguna que otra oportunidad de avanzar como artista por el costado oficial de la montaña.
“Siempre está la propuesta: si dejas de cantar esta canción, si no tocas este tema, si cambias… Siempre he dicho que no, eso para mí nunca ha sido negociable”, dice.
Ras Sandino o Santos Pérez representan a un joven que interpreta varios papeles para elevar su arte, sin la fascinación oficial, y con la censura como cruz. Su desobediencia hacia el dogma oficial lo convierte en artista independiente, una categoría costosa que en Cuba suma muchos riesgos.