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LA HABANA, Cuba – El escultor Lucio Pita Pedroso, de 33 años, domina la madera a su antojo creando figuras en miniatura, premiadas en las Bienales de La Habana por la Asociación de Artesanos de Cuba (ACAT).
Pero no es precisamente la escultura lo que lo sustenta. Con escasas opciones para desarrollar su trabajo artístico, se dedica a la carpintería y restauración para ganarse la vida y comprar los instrumentos de trabajo.
En su labor cuenta con varias exposiciones colectivas, entre ellas una en el Museo de Artes Decorativas, con obras premiadas.
Lucio expone de forma permanente en la galería de artes visuales del Fondo Cubano de Bienes Culturales, enclavada en la terminal tres del Aeropuerto Internacional de La Habana.
La exposición que le permite comercializar su obra vendió, este año, la pieza por la que más le han pagado: un elefante en 200 dólares, encargado como regalo para el gerente general del aeropuerto.
En entrevista para CubaNet, el artista declaró que se llena de necesidades económicas con la suma del tiempo que demora la venta de una pieza, el diezmo a pagar al Fondo Cubano de Bienes Culturales y el mes que debe esperar para recibir el pago de la pieza vendida.
“Me resulta muy difícil comercializar mis piezas (…) Por cada una me quitan el 30%, el 5 % que debo pagar a la ONAT (Oficina Nacional Tributaria) y otro tanto en la declaración jurada (…) Cobro 65 dólares por cada 100, lo que me obliga a duplicar el precio de mi obra, algo que atenta contra su comercialización¨, explicó.
La necesidad hizo incursionar a Lucio en trabajos alejados de su labor artística. Fue informático, farmacéutico, cajero en una gasolinera y rotulista.
“Al final siempre termino al lado de la madera. Es mi obsesión desde niño”, confiesa.
En los últimos dos años el artista encontró un refugio económico en la carpintería, restaurando las ventanas y puertas que dominan con el deterioro el paisaje habanero.
“El trabajo como restaurador me da la posibilidad de comprar los instrumentos que necesito para trabajar mientras se vende alguna pieza en la galería y me pagan (…) Trabajo de forma tradicional, con la lija en la mano y un machetín que preparé para raspar la madera”, dice, mientras muestra los instrumentos con los que trabaja.
Ponerse al final de la cola
En el primer intento por ingresar a la academia de artes de San Alejandro, el artista fue suspendido en el examen de escultura.
“Tenía que ser demasiado bueno para aprobar sin que me conociera nadie”, señala.
Cuando se decidió a examinarse por segunda vez, la situación económica de su familia lo obligó a contratarse como barrendero en una terminal de ómnibus.
El escultor fue premiado en la III y V bienales de La Habana por las obras en miniatura “El duendecillo” y “El nacimiento”.
A pesar de la aceptación, la obra escultórica de Lucio no le abre todas las puertas para desarrollarse como artista. El ambiente marginal frena los intentos de insertarse en los espacios culturales que él considera elitistas.
“Estuve participando en concursos, ganando premios, exponiendo, donando obras y después de seis años fue que me aceptaron en la ACAT, y un año después obtuve el derecho a ingresar al Registro del Creador”, dice.
Según el artista, los crecimientos de membresía que hace la ACAT están precedidos de una depuración de vendedores de ferias de artesanía, que compran el ingreso para obtener el permiso de venta del gobierno.
Producir para estos vendedores forma parte del sustento de Lucio, aunque se niega aceptarlo como forma permanente de ganarse la vida.
“Trabajar para el turismo degenera la creación. El turista devalúa tu trabajo y terminas produciendo porquerías para subsistir”, dice.
“Aquí todo es difícil, conseguir la madera, los instrumentos para trabajar, los espacios (…) La madera recuperada de los derrumbes es un peligro obtenerla. La que te vienen vendiendo también: tú no sabes de donde sale y si trae un policía detrás”, agrega.
En la actualidad Lucio utiliza sus ratos libres para crear nuevas piezas. Con pocas opciones, cambió su obsesión por tallar la madera; ahora la repara en espera de mejores tiempos para salir del final destinado a los marginales.