LA HABANA, Cuba.- Como un significativo evento cultural de este año —a pesar de su corta duración y su ajustado presupuesto— quedará sin duda la Quinta Semana de Teatro Polaco, que ha contado con la presencia del novelista, guionista y director de teatro y cine Lech Majewski.
En el marco del evento, se estrenó la obra de Witold Gombrowicz Ivonne, princesa de Borgoña, a cargo de la compañía El Público; se hizo la reposición de El Dorado, homenaje a Tadeusz Kantor del dramaturgo Reinaldo Montero, con la Compañía del Cuartel, en el Bertolt Brecht, y se presentó El otro cuarto, de Zbigniew Herbert, también con Teatro El Público. Además, se proyectaron en la Cinemateca La boda, Dantón y La venganza, filmes de Andrzej Wajda basados en obras teatrales, aparte del panel Wajda en mí, con un músico, un director de cine y un escritor, que conversaron sobre la influencia del creador polaco en sus respectivas obras.
El propio Montero, uno de los organizadores de esta Quinta Semana, declaró a la prensa: “La significación del teatro polaco en Cuba es proverbial, con figuras como Kantor o Grotowsky, que son referencias imprescindibles, fuentes que siguen vivas”.
El jueves por la tarde, como parte del programa, se proyectó en el centro cultural Fresa y Chocolate el filme El molino y la cruz y el público pudo conversar con su director, Lech Majewski. En la presentación, Reinaldo Montero se refirió a él como “un hombre del Renacimiento, un artista total; director de teatro, de ópera, de cine, de videoarte, poeta, músico, pintor y productor”.
Todo el talento de Majewski se combina en esta película, no concebida para grandes mayorías: adaptación del ensayo homónimo del historiador del arte Michael Gibson, que colaboró con el guion. Se trata de una espectacular puesta en movimiento del cuadro de Pieter Brueghel Camino al Calvario (1564), donde el pintor flamenco traslada la Pasión de Cristo al Flandes bajo dominación española en el siglo XVI. Aquí los soldados españoles sustituyen a los romanos y los crucificados serán son protestantes considerados herejes.
El pintor, interpretado por Rutger Hauer —Blade runner, Il futuro—, resulta una especie de lupa para estudiar la compleja estructura del cuadro, en forma de telaraña, donde aparecen cientos de personajes, de los cuales Brueghel, su amigo y mecenas Nicholas Jonghelinck —interpretado por Michael York— y el molinero serán los principales entre la docena que es llevada a primer plano por el director, quien, sin embargo, no pretende contar una historia convencional.
Para que se tenga idea de la condición visual del filme: el realizador lo considera un “tapiz digital” pintado durante cuatro años, donde cada toma contiene entre cuarenta y dos y ciento cuarenta y siete capas distintas y en el que trabajaron veinticuatro computadoras muy potentes. Tres grandes museos apoyaron el proyecto: el Prado de Madrid, el Louvre de París y el Smithsonian de Washington.
El trabajo con el vestuario fue muy especial, con cuarenta y tres costureras del Flandes campestre que cosieron a mano los trajes sin necesidad de modelos. “Teñimos la ropa con remolacha, con cebolla y manzana”, contó el realizador. “Mezclamos procedimientos antiguos con tecnología de punta”.
El molino y la cruz forma parte de un “tríptico” —como en la pintura, pues “trilogía” le parece a Majewski muy literario— compuesto también por El Jardín de las Delicias —filme en que la protagonista estudia las obras de El Bosco, cuya obra más celebre da el título— y por Onírica, que parte de La Divina Comedia de Dante y trata la tragedia aérea de 2010 donde murieron más de cien personas, entre ellas el presidente de Polonia, hecho que en ese país constituyó para algunos un atentado y para otros una catástrofe.
En Italia, este tríptico se llamó también Conversaciones con los maestros, “y esa fue mi intención”, dijo el director en charla con el público tras la exhibición: “encontrarme con ellos y hablar con ellos de diferentes asuntos. Esas visualizaciones son mi transcripción de esas conversaciones”.
“Los viejos maestros me siguen enseñando”, aseguró. “Brueghel nos dice que, cuando algo importante está ocurriendo en la historia de la humanidad, casi nadie lo ve. Es sorprendente cómo un acontecimiento apartado, oculto a la mirada general”, expresó refiriéndose a la caída de Ícaro y la crucifixión de Cristo —que en el cuadro Camino al Calvario casi no llama la atención—, “adquiere de pronto un significado fundamental y llega a ser la sal de la tierra”.
El molino y la cruz fue exhibida en el Festival Sundance y, sorpresivamente para Lech Majewski, a partir de ahí fue comprada para ser proyectada en sesenta y cuatro países, resultando de ese modo la película mejor vendida en el mundo en la historia del cine polaco, más que las de Andrzej Wajda o Krzysztof Kieslowski.