LA HABANA, Cuba.- La cultura oficialista celebró, a su manera, los 80 años de la reunión de escritores en defensa de la República española.
En el año 1987, al conmemorarse el cincuentenario del congreso de escritores en defensa de la República española, se celebró en la ciudad de Valencia una reunión de escritores e intelectuales para recordar lo acontecido en esa ciudad ibérica medio siglo atrás.
La oficialista Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), presidida en ese momento por el novelista Lisandro Otero, decidió acudir a aquel evento con la creencia de que el resto de los asistentes condenarían únicamente al fascismo —así le llaman a la sublevación militar que encabezó el generalísimo Francisco Franco—, que ya en 1937 amenazaba con apoderarse totalmente de España.
Sin embargo, aquella comitiva oficialista cubana salió trasquilada. A su regreso de Valencia ofrecieron una actividad en la sede de la UNEAC, en la que contaron las penurias que afrontaron. Prácticamente no pudieron hacer uso de la palabra. Los organizadores del evento, incluso, ignoraron la presencia de Félix Pita Rodríguez, uno de los pocos asistentes que también había estado en el congreso de escritores de 1937.
Como siempre, el señor Otero y los demás integrantes de la delegación castrista —en la que también figuró Miguel Barnet, actual presidente de la UNEAC— se refirieron a maniobras de la derecha en contra de la delegación cubana, y hasta de una componenda de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) para acallar a los escritores de la isla.
Por supuesto que semejante argumentación era una cortina de humo que intentaba ocultar la verdadera causa del repudio a la presencia de los escritores castristas en la cita valenciana de 1987. Porque los asistentes a ese evento no solo condenaron al fascismo que en 1937 pretendía ahogar la República española, sino también a cualquier otra ideología que se opusiera al libre desenvolvimiento de la literatura, el arte y la cultura. Y, evidentemente, los representantes de la doctrina marxista-leninista no podían tener cabida en ese ambiente cuajado de libertades y tolerancia.
Ahora, al cabo de treinta años de aquella incursión fallida, los escritores de la UNEAC convocaron a varios intelectuales extranjeros que miran con complacencia al gobierno cubano, y decidieron rememorar, en la habanera Fundación Alejo Carpentier, los 80 años de aquel cónclave antifascista en la Valencia asediada por las tropas franquistas.
Como era de esperar, este evento, que contó en su jornada de apertura con la presencia de Abel Prieto, ministro de Cultura, además de ahondar en la visión izquierdista de la guerra civil española, fue pródigo en las condenas al capitalismo y a lo que ellos denominan “la ideología neoliberal”.
Por otra parte, la cultura oficialista no desaprovechó la oportunidad, e incluyó una ponencia referida al papel que deben desempeñar los intelectuales en la Cuba de hoy. Tal misión le correspondió al director de la revista Temas, Rafael Hernández, al presentar el trabajo titulado “Intelectuales, sociedad civil y poder político en el socialismo cubano”.
Al final de la intervención del señor Hernández, del público asistente le preguntaron que si mantenía la convicción de que los intelectuales cubanos debían ejercer una oposición leal al gobierno de la isla (un concepto esgrimido por el director de Temas en varias ocasiones).
Su respuesta fue diáfana al insistir en que él siempre había considerado la labor crítica del intelectual dentro del campo revolucionario, pero que con el enemigo no habría flexibilidad posible.
Sin dudas, una respuesta al estilo de Fidel Castro en sus famosas Palabras a los Intelectuales.