LA HABANA, Cuba.- De todos los blogueros oficialistas –o casi oficialistas, de tanto que se les parecen- el que más me llama la atención es Harold Cárdenas, del blog matancero La Joven Cuba. Mi interés no se debe solo a sus curiosos puntos de vista y a la calidad de su escritura –que la tiene- sino a la testaruda fe que muestra en la perfectibilidad del socialismo castrista a pesar de todas las mataduras y defectos que le encuentra y reconoce.
Su fe en la capacidad de recuperación del sistema es conmovedora, y a ratos, patética.
Harold Cárdenas, que parece ser una especie de cuentapropista del oficialismo, y se considera un revolucionario ‘cool’ –todavía se empeña en llamar revolución al castrismo- se declara partidario de “cambiar con urgencia, pero bajo nuestros propios términos” y se queja de los sectores más dogmáticos que “lo que hacen es aplazar las soluciones”. Pero a la vez, muestra una añoranza incontenible por Fidel Castro y su carisma.
Rara avis, Harold Cárdenas es de los contados cubanos que todavía echa de menos aquellos discursos de seis y siete horas del Comandante, donde lo mismo denunciaba las nuevas maquinaciones del imperialismo yanqui que explicaba cómo había que utilizar las ollas de presión china y recordaba que los frijoles había que ponerlos en remojo antes de cocinarlos.
Harold Cárdenas, que precisa que le discurseen continuamente, se queja de la parquedad de la actual dirigencia, lo angustia que no le digan cuál es el plan –si es que hay alguno-, que la UJC y el Partido Comunista no generen más ideología y que se haya creado un vacío político debido a lo poco comunicativos que son los dirigentes, que disociados de la vida real de los cubanos, parecen padecer de más incomunicación que aquellos personajes de las películas de Antonioni.
Con todo el adoctrinamiento que tuvo desde la cuna, ¡majadero que salió el muchacho!
Harold Cárdenas ha explicado que le es difícil tratar temas dolorosos, primero para que “el enemigo” no se aproveche y segundo y más importante, para que los sectores más dogmáticos no malinterpreten el mensaje. Pero afirma que no puede callarse ante lo mal hecho.
Militante de la Juventud Comunista, dice estar politizado hasta el tuétano, a diferencia de la mayoría de los jóvenes cubanos. A pesar de estar bien consciente de los altísimos índices de emigración y del desinterés de los jóvenes por “las tareas de la revolución”, como supongo le guste llamar a toda esa aburrida matraca, Harold Cárdenas niega que sus coetáneos sean apolíticos. Lo que pasa, según asegura, es que “no se les hace creíble lo que encuentran”, “no les presentan una alternativa atractiva”, “las alternativas actuales no logran captar su atención”.
Dada la inefectividad manifiesta como cebo de las marchas de las antorchas, los conciertos con pancartas y banderitas en la Plaza de la Revolución, el ‘protestódromo’ o la escalinata de la Universidad, y los actos con pipas de cerveza a granel y reguetón a todo volumen, Harold Cárdenas propone que los octogenarios dirigentes estén presentes en las redes sociales, trinen a través de sus cuentas de Twiter y generen “un mensaje empático”. ¿Se imaginan?
Parte el alma cuando Harold Cárdenas, que dice tener en el extranjero a todos sus amigos de la infancia, sus compañeros de aula y sus novias, se niega a ser visto como un perdedor por ser de los que no aspira a irse de Cuba. “Los olvidados entonces somos los enraizados, los que quedamos aquí en este país cargado de contradicciones”, escribe el autocompasivo chico, que necesita desesperadamente que lo reconozcan y enaltezcan por tanto sacrificio.
De haber vivido los años 60 y 70, Harold Cárdenas, que supongo se le agüen los ojos cuando escucha las canciones de Silvio, hubiera sido de aquellos que no podían soportar el sentimiento de culpa, ya que no tuvieron edad para pelear en la Sierra Maestra, por no haber partido raudos al combate y haber chocado con una bala “en cualquier selva del mundo”.
Pero como hoy, en el nuevo ajedrez político derivado del restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos, los desafíos son otros, Harold Cárdenas se muestra partidario del debate de ideas, del intercambio mediático, aun a riesgo de que lo confundan con algún bloguero disidente, de esos que llama de “la disidencia caricaturesca”, a la que hay disputarle los espacios. Así, garantiza la posibilidad de algún que otro viajecito al exterior, donde dará “una imagen matizada sobre Cuba”, sin fanatismos, sin dibujarles un país perfecto, contándoles sobre “el bloqueo y los logros imperfectos pero reales”. Y de paso, audaz como es, tenderá la mano a los fondos extranjeros. “Se trata de ganar terreno sin venderle el alma al diablo”, explica, luego de dar seguridades a los suspicaces y regañones de que él no es de “la raza vendible”.
¿Será esos viajes y los dólares y euros lo que tiene en mente Harold Cárdenas cuando habla de “hacer coincidir las aspiraciones personales con las colectivas”?
Entrevista de Yadira Escobar a Harold Cárdenas:
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