SANTA CLARA.- La Navidad cubana no es gorda ni sustanciosa. La Navidad cubana presume de escuálida y anémica desde las vidrieras de las tiendas recaudadoras de divisas y debajo del arbolito, donde Papá Noel deja muy pocas veces regalos. La Navidad cubana huele a carne de cerdo asada, congrí y yuca con mojo. La Navidad cubana no tiene villancicos, tiene reguetón a todo volumen. La Navidad cubana es underground, porque un estado “laico” no se puede andar con celebraciones religiosas, aunque un Papa haya convertido el día 25 de diciembre en feriado.
La Navidad cubana casi no existe porque el verdadero motivo de alegría es el fin de año (celebración de un año más del régimen en el poder). La Navidad cubana es vacilar con el primo que llegó del “yuma” o descorchar la botella y brindar por aquellos que escaparon en busca de vidas más coloridas. La Navidad cubana es quemar un año viejo de trapo y caminar la cuadra con la maleta de rueditas, pidiendo que te monte en un avión.
La Navidad cubana tiene pocas luces, pero comparte lo poco que hay. La Navidad cubana duplica las colas por una cerveza y sube los precios. La Navidad cubana no tiene nieve, pero sí falsos muñecos de aire. La Navidad cubana te atiborra con planes y metas cumplidas solo en la prensa, mientras el bolsillo sigue esquelético. La Navidad cubana no es para soñar, es una anestesia contra el dolor de no poder vivirla mejor.