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LA HABANA, Cuba.- Existen en la ciudad sitios que, aunque su origen dista de los tiempos actuales, conservan una extraña magia, un encanto irreverente al paso de los años. Esto sucede con la Plaza de Armas, lugar en el que nació la ciudad.
Rodeada de emblemáticos edificios que le dieran a la vida económica, cultural, social y legal de la Villa, la elegancia y esplendor del pasado colonial habanero, el Palacio de los Capitanes Generales, Palacio del segundo Cabo, la Casa de Correos, el Castillo de la Real Fuerza y El Templete son algunos que embellecen el legendario entorno.
En un primer momento llamada Plaza de la Iglesia, con uso comercial y público, pasó a ser el lugar donde los militares realizaban sus ejercicios, lo que le dio su posterior nombre Plaza de Armas.
Convertida luego en importante sitio de esparcimiento para los pobladores habaneros, se le añadieron fuentes, canteros y árboles. Las retretas nocturnas eran muy concurridas por la aristocracia de aquellos tiempos, decayendo su encanto en los últimos años de dominación española.
Es alrededor del nacimiento de la República y la ocupación norteamericana, en que el bello rincón habanero sufre un largo período de dejadez y abandono.
Llegado el año 1935, el Alcalde Dr. Guillermo Belt y Ramírez se ocupa de su restauración, dándole al escenario habanero un nuevo esplendor, resguardado hasta estos nuevos tiempos.
En el año 1955 se retira la estatua de Fernando VII y en su lugar se erige la de Carlos Manuel de Céspedes, cuyo nombre llevaba la Plaza de Armas desde 1923.
Al paso de los años y el cuidado del lugar, hoy el sitio es escenario de múltiples acontecimientos. La intrepidez de los músicos callejeros, la calle de madera que acoge presentaciones de libros.
Aún se escucha la música de retreta en tiempos actuales. Desde finales de 1993, la Plaza es sede permanente de la venta de libros antiguos y objetos de rara belleza; un lugar que invita al transeúnte a refugiarse en sus alargados asientos, cobijados por la más variada vegetación y el revoloteo de las aves, amparados por la imagen del padre de todos los cubanos.