LA HABANA, Cuba. -La educación en Cuba, en los preuniversitarios en el campo, tenía como fin la formación de bachilleres con una enseñanza sustentada en el principio del estudio ligado al trabajo. Un concepto supuestamente revolucionario y martiano.
Dejando de lado esa visión edulcorada que vende el oficialismo, los preuniversitarios en el campo fueron una manera más de separar a las familias cubanas y mantener alejados de las ciudades y eventos “peligrosos” ‒como los del “maleconazo”, las revueltas populares de agosto de 1994‒ a los jóvenes en edades rebeldes.
A pesar de que económicamente no reportaban ganancias al país, por más de 35 años la única opción paralos jóvenes cubanos que querían estudiar era separarse de sus familias e ingresar en estos apartados centros donde se dividían los días en dos sesiones, una de estudio y otra de trabajos agrícolas, forzados, a menores de edad.
Desde el cierre de estos centros por falta de recursos para mantenerlos, en 2009, las instalaciones donde tanto dinero se invirtió se han deteriorado considerablemente. Los robos y saqueos están a la orden del día, desde ventanas, mesas y sillas, hasta los bombillos. La Policía Nacional es la encargada de mantener el orden y de no permitir saqueos en estas abandonadas escuelas, pero en la práctica es casi imposible evitar que sucedan.
El pre-universitario “Gaspar Jorge García Galló”, situado en el municipio de Quivicán, ha sufrido como la gran mayoría de estas escuelas el deterioro, el abandono y los robos masivos.
Idania Ramos, encargada de cuidar el lugar, comenta que “desde que la Policía se ocupa de la seguridad del lugar los robos han disminuido, aunque no han desaparecido. Nos pagan un salario a mí y a otra muchacha de 500 pesos al mes (unos 20 dólares) y nos dan una jaba (bolsa) con arroz, frijoles y azúcar. Hacemos guardias de 24 horas en días alternos para cuidar las instalaciones. Hace un tiempo, mandaron un representante del Consejo de Estado y le tiraron fotos a todo. Pero nada más hicieron; esto se está cayendo a pedazos y a nadie parece importarle”.
Lo que ha vivido aquí esta vigilante parece una película de terror. “Un gran estruendo nos despertó en la noche la semana pasada y cuando fui a revisar que era me percate que una gran parte del techo del comedor se había caído. Las instalaciones, cuando se abandonan, se pierden. El estado invirtió millones de pesos en construir y mantener estas escuelas para al final dejarlas abandonadas y que se echen a perder”. Esto lo contó Ernesto Pavón, esposo de Idania, que se encontraba en el lugar.
Por su parte, todos los jóvenes que estudiaron en estas escuelas al campo tienen algún que otro recuerdo alegre de esa etapa de sus vidas. Pero la gran mayoría recuerda también los trabajos, necesidades y carencias que pasaron en estas escuelas en el campo.
“Son alegres algunos de los recuerdos que tengo de el preuniversitario en el campo, pero la gran mayoría son tristes. Pasábamos hambre, sufríamos la carencia de agua por meses. Recuerdo muy bien caminar más de un kilometro con un cubo para recoger agua de un canal de regadío para poder bañarnos y beber. Muchos se enfermaban por la falta de higiene, los piojos y la sarna”. Así comenta Emilio González, quien cursó estudios en el preuniversitario “Gaspar Jorge García Galló” en los años 90.
“Recuerdo bien las abusivas normas que había que cumplir trabajando media jornada al día en el campo, para luego llegar a la escuela y asistir otra media jornada a las clases, muchas veces sin bañarnos por la falta de agua. Por todos esos recuerdos que tengo, me alegro muchísimo que hayan desaparecido y que los jóvenes de hoy no tengan que pasar por lo mismo que pasamos los de mi generación”, cuenta Emilio, hoy ya con 36 años de edad.
Un campesino del lugar que no quiso revelar su nombre dijo que “el estado de las instalaciones es crítico. Las aéreas deportivas se perdieron en la hierba, el techo se cae a pedazos, faltan ventanales enteros. Todo se encuentra en total abandono. A cada rato se roban ventanas o puertas, y hasta los tomacorrientes e interruptores de electricidad han desaparecido. ¿Pero a quién le importa? Esta misma situación es la de casi todas las escuelas que quedaron abandonadas”.
“El estado de las instalaciones es crítico. Las aéreas deportivas se perdieron en la hierba. El techo se cae a pedazos, faltan ventanales enteros. Todo se encuentra en total abandono. A cada rato se roban ventanas o puertas. Hasta los tomacorrientes e interruptores de electricidad han desaparecido. ¿A quién le importa? Esta misma situación es la de casi todas las escuelas que quedaron abandonadas”. Añadió un campesino vecino del lugar que no quiso revelar su nombre.
Muchos jóvenes que pasaron hasta 3 años en estas escuelas con todo tipo de necesidades y carencias sienten que les robaron parte de sus vidas. Para algunos eran divertidas, pero la gran mayoría siente alivio de que sus hijos en el futuro no tengan que pasar por lo mismo que ellos y se alegran que al final terminen así, abandonadas y cayéndose a pedazos.