LA HABANA, Cuba. -Hablar sobre este tema duele, porque el tema, ante todo hiede. Hay un componente que se ha roto, casi en cada vecino, que es decir, en cada cubano. La doble moral al imponerse nos ha dejado sin ninguna y entonces, la vida sin este valor esencial, marca un estilo diferente, esto es: La vida de nosotros.
De repente, el domingo pasado me vi de vuelta a los operativos que la policía Seguridad del Estado realiza contra aquellos que se aferran a valores humanos y ciudadanos y así, optaron por tener una moral que sustentar. No querían que mi Johnny (Juan González Febles) reportara las marchas dominicales en Santa Rita y montaron operativos con policías, segurosos y chivatos propios, más otros que trajeron desde algún sitio para la ocasión.
Nada de esto es de suficiente relevancia como para escribirlo. Así vivimos y esta y no otra, es la vida de nosotros. Nada nuevo. Lo verdaderamente relevante fue como vecinos de siempre a quienes he servido y apoyado, que me conocen y conocen a Johnny, en unos casos se plegaron completamente y en otros, fingieron hacerlo.
Estos últimos, los que fingieron, lo hicieron porque el miedo a perder no ya lo poco que tienen, sino hasta la esperanza lejana de algo tener, les obligó a ello. Poco después, con mucho miedo saludaron a Johnny y me saludaron cuidándose de no ser vistos. Algunos, nos dieron ese reconocimiento, esa “solidaridad moral” desde el miedo absoluto que una indefensión real les marca en el rostro. Tienen miedo y nadie sabe, nadie inventó cómo sacar el miedo del alma. Algunos lo consiguen y se convierten en noticia por ello. Pero solo en algunos casos. En otros, si consiguen el mayor entre los sueños compartidos por la mayoría, si logran salir del país, pues esto no significa que se hayan desembarazado completamente del miedo. Este sigue ahí, anda escondido en algún recodo del alma a la espera del suceso que lo libere.
Pasé los tres últimos domingos bajo estas condiciones y este fue el momento en que mi hombre, decidió volver a ver la película alemana en que mejor se ve reflejada la vida que arrastramos por acá. Escogió para festejar el día de los padres, ver “La vida de los otros”. Lo acusé de sadismo, de masoquismo y se defendió con el argumento de que el filme deja claro que nuestros vecinos no se comportan de forma diferente a los cultos y europeos alemanes bajo un estímulo similar y no me quedó más que reconocer que al menos en esto, llevaba razón.
“Ves -decía- se trata de que encontraron el método de neutralizar el lado humano. Paralizan la humanidad y la decencia contenida en esta. Lo hacen con miedo. Llegado a este punto, la gente se degrada totalmente o se suicida. Así pasa con alemanes, rusos, cubanos o chinos. La cosa va contra la humanidad”, concluyó.
De inmediato comenzó a hacer chistes sobre la situación. Me acusó de colocar kriptonita bajo su almohada, para que se quedara encerrado en la casa y sin súper-poderes. Me dice que es Superman y que los segurosos se visten de verde con uniformes que tienen cordones de kriptonita. Sitiado y confinado, ya encontró el lado humorístico de toda esta situación.
Se burla de cómo nuestros vecinos parecen estar convencidos de que la vida cambió para peor. Ya no se trata de que convivan con un periodista independiente, ahora tienen en el barrio, por añadidura, la sede de las Damas de Blanco. Les escucho quejarse de que desde esta nueva situación, el barrio está lleno de policías “extraños”, que no sonríen y a los que no parecen gustarle ni tan siquiera las mujeres.
En fin, esta es la vida de nosotros. En nada diferente a “la vida de los otros” de aquella Alemania con miedos, muro y Stassi. Tan similar, que es precisamente desde esta similitud, que tengo la certeza que un día, terminará como por allá terminó el muro, el miedo y todas las sombras de aquella germana, vida de los otros, tan parecida en tantos detalles a nuestra vidita.