LA HABANA.- Sin dudas el clima es capaz de interrumpir con frecuencia el curso saludable del hombre; incluso en la muy cálida Cuba se hacen recurrentes las gripes, con sus toses, con la voz tomada y las fiebrecillas, durante nuestro levísimo invierno, que pueden precisar atención médica. Por suerte nuestro “invierno” es tan breve que antes de que llegue el equinoccio de primavera, desaparecen esos malestares que trajeron los dos o tres frentes fríos que nos “azotaron”.
Sin embargo durante ese equinoccio en el que el “frío” dejó de “azotar” a la isla, aparece en ella un mal que los especialistas nombran “laringitis” y que viene siempre en la misma fecha, el dos de mayo, aunque no se sintiera en los días previos el látigo de las bajas temperaturas ni se estuviera en contacto con algún virus.
Una médico que conozco desde hace mucho me contó con gran “socarronería” que alguna vez, y en fecha idéntica, le tocó cumplir con su guardia en el hospital donde trabaja. “Una mujer de unos cuarenta años llegó con la voz tomada, tanto que no se le entendía lo que hablaba…, apenas podía explicarse”.
La doctora no encontró mejor solución que reclamar la ayuda de un otorrinolaringólogo… Y el hombre del laringoscopio le hizo algunas preguntas a la enferma sin que pudiera entender las respuestas; finalmente se auxilió de su “aparato”: “No se preocupe doctora, esa paciente debió chillar mucho ayer en la plaza”. Así se explicó el médico y la mujer asintió. El galeno recomendó reposo de voz, y algunas gárgaras.
Esa no fue la única vez que mi conocida tuvo que hacer guardia un 2 de mayo, y aquella experiencia le hizo prescindir del auxilio del especialista. “Reposo de voz y algunas gárgaras”, sin que precisara de la exactitud del laringoscopio, como tampoco la precisará ningún médico por estos días, aunque muchos de los convocados a las “revolucionarias” plazas crean ciegamente que precisan de los servicios de un médico que les devuelva la voz.
En la mayoría de los casos la causa es la “chilladera”, el berreo de tanta consigna sosa, en la que no aparece reclamo alguno al Gobierno, y si por casualidad aparece alguna voz disidente, sería callada de inmediato, encerrada en algún hospital siquiátrico del que no podrá salir muy fácilmente, a menos que haga el trayecto del hospital a alguna de las tantas cárceles del país.
Esos que chillan tanto y que corren el riesgo de sufrir una laringitis no alzaron esta vez su voz para pedir aumentos en sus salarios. Nadie reclamó, este primero de mayo, la activación del consumo o las inversiones de cualquier parte, ni que permitan a los inversionistas decidir con que mano de obra prefieren trabajar. Las cuerdas vocales inflamadas no guardarán correspondencia con el pedido de un aumento de salario que se corresponda con la productividad y con los precios en el mercado. Ningún afectado emplazó esta vez al Gobierno por la desigualdad en los salarios. Ningún asistente a la plaza, ninguno de los que pasó la noche en vela se interesó en saber por qué en Cuba se construyen hoteles con mano de obra extranjera.
No creo que algún hombre o mujer negra, llegado a la plaza, exigiera a Raúl Castro una explicación por la burla que le dedicara, en la Asamblea Nacional, a un joven meteorólogo de la raza negra que se aferraba con torpeza, según el primer secretario del Partido, al puntero que advertía las diferentes variables meteorológicas que afectarían a la isla que él preside. Tampoco un hombre o una mujer jubilada exigieron una pensión decorosa. Quizá fueron muchos los asistentes que se preguntaron de qué lugar salieron tantos ómnibus para trasladar a esos “fieles”, si es que cada mañana tienen que enfrentar los desastres del transporte urbano para llegar a sus trabajos.
Tengo la certeza de que nadie grito en público ese “chiste” que va de boca en boca y que asegura que Raúl le regaló a Díaz Canel el “Panda” pero que se quedó con el “mando”. Nadie denunció la farsa en la que convirtieron estas “elecciones” que nos dieron un “nuevo” presidente. Ninguno de los convocados gritó, porque habría resultado un suicidio, que sin posibilidad cualquier elección es una farsa. Nadie le dijo al nuevo presidente de los Consejos de Estado y de Ministros que pensar en las posibilidades, así en plural, es la única manera de elegir bien, y que solo la elección lleva, definitivamente, a la verdadera libertad.
En esa plaza no se escucharon reclamos al Gobierno. En esa plaza, por la que caminaron los dieciocho bloques en los que estuvieron “representados” quienes trabajan en la isla, no se dejó escuchar ni una sola voz que disienta del discurso unánime que ha sido preparado por el Gobierno, como si se hiciera antes en 1890, cuando Cuba no era más que una colonia española, como se hizo también en la república. Y no fueron tan masivas, pero fueron quienes estuvieron dispuestos a hacer reclamos, aunque tuvieran también la sospecha de que podría aparecer la represión.
La unanimidad es sin dudas ridícula, y solo cree en ella quien no toma cada mañana uno de esos ómnibus que hoy estuvieron dispuestos para transportar a los “apologistas” que aclamaron aunque desearan criticar. Y tuvieron su banderita de papel pegada al palo breve, quizá lo único que no tengan que comprar durante sus vidas, y allí la desplegaron otra vez, y chillaron, a riesgo de padecer una laringitis.
No es por gusto que Pericles hablara de la democracia de la laringe, esa que se ejerce únicamente en los discursos y que la gente aplaude, como sucede en Cuba, aun sabiendo que esa democracia es solo demagogia, que esa democracia está solo en los aparatos de fonación de quienes gobiernan. Esos obreros que no acceden a las tribunas pero chillan, sufren entonces de severas laringitis después que comienzan a hacer el camino hacia sus casas.