LA HABANA, Cuba.- Acaba de concluir en Quito la segunda edición del Encuentro Latinoamericano Progresista (ELAP). Un cónclave que contó con la participación de decenas de movimientos sociales y partidos políticos de nuestra región, y además de varios invitados de otras partes del mundo.
A pesar de lo rimbombante de su denominación, es probable que a algunos observadores, no muy al tanto del acontecer latinoamericano, los asalte la duda acerca del signo político de esa cita. Porque, si nos atenemos a la lógica, pudiera pensarse en una reunión donde se abogó por las libertades ciudadanas, el Estado de Derecho, la economía de mercado, así como el establecimiento de políticas que tiendan a mitigar la pobreza. De acuerdo con el rumbo tomado por el concierto mundial de naciones en los últimos tiempos, esos serían indicios de un auténtico progreso.
Esta vez, sin embargo, la lógica cedió su espacio al uso arbitrario de la terminología. Los autodenominados “progresistas” de América Latina -la Venezuela chavista, la Bolivia de Evo Morales, y el Ecuador de Rafael Correa, entre otros- se pronunciaron por el fortalecimiento de los gobiernos en detrimento de los derechos de los ciudadanos, una mayor estatización de la economía, y la adecuación de las leyes para que los actuales gobernantes se eternicen en el poder. Claro, no es la primera ocasión en que se manifiesta aquello de que “dime de qué presumes, y te diré de qué careces”. Recordemos las “democracias populares” de Europa oriental, o el carácter “popular y democrático” de la dinastía Kim en el norte de la península coreana.
¿Y cuál es la génesis de semejante vulneración de la Semántica? Tal vez habría que buscarla en la fallida doctrina del Materialismo Histórico promulgada por Carlos Marx. Según el filósofo prusiano, la humanidad marcharía inexorablemente hacia la sociedad comunista. En ese sentido, los que apoyaran esa marcha serían progresistas, y aquellos que se opusieran a ella calificarían como reaccionarios.
Los presentes en la capital ecuatoriana insistieron en la importancia de estos encuentros para las fuerzas de izquierda, pues sirven para denunciar los intentos de “desestabilización regional” que lleva a cabo la derecha local. Esa “desestabilización” no es más que el justo reclamo de los opositores venezolanos, bolivianos, ecuatorianos, nicaragüenses y brasileños para que se restablezca la alternancia en el poder, uno de los principios básicos del Estado de Derecho.
Por supuesto que el gobierno cubano estuvo representado en este ELAP 2015. Encabezó la delegación José Ramón Balaguer Cabrera, jefe del Departamento de Relaciones Internacionales del Partido Comunista, la instancia que heredó el trabajo del otrora Departamento de América, que dirigía el tenebroso comandante Manuel Piñeiro (Barba Roja).
Ya los cubanos no tienen mucho que ofrecer en el plano material. No obstante, Balaguer reafirmó que la isla mantendría inalterable la solidaridad con la izquierda regional. O sea, que Cuba seguirá enviando a sus aliados su mejor producto de exportación: el método para controlar las sociedades. Un contexto en el que abundan las descalificaciones a los opositores, la fabricación de un enemigo externo, la destrucción de la sociedad civil, así como la omnipresencia de la contrainteligencia militar.
Y una interrogante para los “progresistas” latinoamericanos: ¿cómo es posible que ustedes criticaran tanto a Francis Fukuyama cuando proclamó el fin de la Historia en 1991, y ahora pretendan que la Historia se detenga cuando un gobernante de izquierda acceda al poder?