LA HABANA, Cuba.- La falta de medicamentos que desde hace varios meses afecta a los cubanos provoca gran incertidumbre entre los enfermos crónicos y los ancianos. Una de las afectadas es Ismary Álvarez, asmática como sus dos hijas, una de nueve años y otra de cinco. Ellas utilizan el Salbutamol en spray, que hace algún tiempo está en falta. Ismary está muy preocupada pues ya se le terminó.
A las farmacias les suministran los medicamentos un día de la semana. Casi siempre ese mismo día los venden a la población. En ese momento se arman colas enormes, sobre todo de ancianos, que no pueden adquirir sus medicinas regularmente porque con frecuencia están en falta. A otros les sucede como a María, que después de hacer la cola tres semanas seguidas, en la cuarta había Rutascorbín (un medicamento para la circulación sanguínea), pero no pudo comprarlo porque la receta, que solo dura 30 días, ya estaba vencida. Explica que ahora debe buscar una nueva receta, y es casi seguro que cuando vuelva a la farmacia ya se haya terminado.
María comenta que cuando le dijeron que el Venatón (también para la circulación sanguínea) era por la libre, se alegró porque así no tenía que perseguir al médico de la familia para conseguir la receta, pero solo pudo comprarlo una vez: también se perdió.
Lo que no se explican las personas que toman la aspirina de 125 milígramos, de fabricación china, es que esta esté en falta. Y como a la población no se le informa lo que sucede con los medicamentos, algunos comentan que quizás en este caso los chinos no quieran venderlas más porque no se las pagan. Esta aspirina es adquirida mediante el llamado tarjetón, una tarjeta de cartulina cuyos datos se llenan en la propia farmacia, válida por un año. Sin embargo, si se deja de comprar el medicamento durante 3 meses, aunque sea a causa de estar en falta, dicho tarjetón pierde validez.
Cuando Jorge García escuchó el comentario de que iba a entrar la aspirina, fue a la posta médica para que le hicieran primero el certificado necesario, que legalizó en el policlínico. Luego, en la farmacia correspondiente le harían el tarjetón. Pero la aspirina en realidad no entró cuando se esperaba; ya han pasado 4 semanas, y como el certificado vale por 30 días, seguramente ya no le servirá cuando finalmente haya aspirina, por lo que deberá hacerlo todo otra vez.
Algunas veces, pequeñas cantidades de medicinas son distribuidas en varias farmacias. Hace unos días un vecino pasó por una donde estaban vendiendo el medicamento que él necesita para su corazón. Habló con la empleada, le enseñó el tarjetón, pero esta no podía vendérsela porque no era donde estaba inscrito. Por lo tanto, le recomendó que fuera a su farmacia, y que si allí no había le pidiera a la dependienta que le hiciera un rechazo (una nota que le da derecho a comprar en cualquier farmacia donde exista el medicamento). Así lo hizo mi vecino, pero a su regreso ya el medicamento se había acabado. Por suerte para él, por la tarde el hijo se apareció con un pomo del medicamento que había “resuelto por fuera” (pagándolo a sobreprecio) en otra farmacia.
También el hipoclorito de sodio al 1 % para purificar el agua está desaparecido, y aunque entra en algunas farmacias, la cantidad es ínfima comparada con la gran demanda que tiene. Pues la otra manera de purificar el agua es hervirla, y esto se dificulta sobremanera por la escasez de combustible y el alto costo de la electricidad. Sin embargo, los spots publicitarios recomiendan hervir el agua o usar hipoclorito para prevenir enfermedades diarreicas, habituales en estos tiempos. Asimismo, hace mucho que no se vende el Polivit, que se elabora en el país y tan necesario para algunos como suplemento dietético.
La falta de medicamentos vitales para mantener la calidad de vida de nuestra envejecida población, que por lógica padece de enfermedades crónicas, es un grave problema del sistema de salud cubano que además no se divulga, pues la propaganda gubernamental solo se dirige a la “encomiable labor” de los colaboradores de la salud repartidos por todos los continentes, en zonas remotas y condiciones difíciles, haciéndole creer al mundo que nuestro sistema de salud es humano y eficaz, cuando el sentimiento del pueblo es, por el contrario, que hay que evitar a toda costa entrar en él.