LA HABANA, Cuba.- Desde la LII Serie Nacional del béisbol cubano (2012-2013,) el cambio de “estructura y mentalidad” está planteado al más alto nivel. Sin embargo, después del último trago amargo por el “deber incumplido” recientemente en Isla Margarita, Venezuela, a propósito del retorno de Cuba -en calidad de invitado- a la Serie del Caribe, a medias tintas se plantea que el béisbol cubano debe privatizarse y no permanecer como bastión ideológico del amateurismo, donde unos pocos peloteros “confiables” puedan firmar con ligas profesionales de Asia y el Caribe.
A un año de implementada, ya es objeto de cuestionamientos la nueva estructura del béisbol nacional. La clasificación de ocho equipos, de un total de dieciséis en los primeros 45 partidos de la temporada regular, es como concentrar la calidad en una disciplina carente de fogueo internacional, de una rigurosa disciplina deportiva y especialización en todos sus niveles.
Al respecto, Armando Manuel Perdomo, short stop de 49 años y ex campeón nacional por el equipo Habana en las categorías 11 y 12, 13 y 14, 15 y 16 años y juveniles, considera que “al final son los mismos peloteros. Ellos (los comisarios del deporte) sólo han cerrado el círculo. El béisbol cubano llegó a su tope y si no chocan con béisbol de otro nivel, no subirán el techo (la calidad)”.
Víctor Mesa, designado manager del equipo nacional hasta el 2017, dijo en una Mesa Redonda televisada en noviembre de 2012: “No quiero que hablen que ponemos dificultades con el bloqueo (embargo norteamericano). No es lo mismo un cambio de camisa, a ver las mismas camisas. Esos hombres hay que moverlos, hay que buscarle una cobertura, una buena partida internacional…”.
La idea de abrirse y levantar el techo de nuestro béisbol, sin apelar a cambios cosméticos como la ronda final de ocho equipos y la inclusión de los llamados refuerzos (peloteros de los equipos no clasificados), es una colisión constante entre la ortodoxia del “béisbol revolucionario” y los managers o directivos que apuestan sin tapujos al profesionalismo.
“El béisbol cubano necesita tener su propia liga, a manera de empresa y con inversión extranjera. No es solamente que los mejores de Cuba firmen con ligas foráneas, sino que los profesionales de otros países también vengan a jugar a Cuba. El béisbol actual es corporativo, es de oficio y no de jugar por patriotismo”, asegura un médico aficionado a la pelota que prefirió el anonimato.
Cuba no gana un torneo internacional de peso desde el Preolímpico de las Américas y la final con Japón en el I Clásico Mundial de Béisbol, ambos torneos en 2006. Las malas actuaciones continuaron con el Mundial de Taipéi de China 2007, la Olimpiada de Beijing y el torneo de Haarlem 2008, el II Clásico 2009, el campeonato Mundial 2011, el Mundial categoría sub-15 2012 y el III Clásico el año pasado, por sólo citar los más significativos.
Por encima de los motes beisboleros, el espectáculo y las peñas deportivas, la supuesta autonomía en las decisiones a nivel regional, el anuncio de un premio en metálico o la Serie del Caribe como estímulo para el ganador de casa –aunque después se decida llevar a otros peloteros-, se impone la necesidad de los atletas y la de sus familiares a un salario digno.
“Eso es lo que saca al deportista de todas sus necesidades, así deja de pensar en otras cosas y se dedica al béisbol por entero”, comenta el ex pelotero Manuel Perdomo, licenciado a finales de los 90 por una lesión en el pie derecho.
¿Quién le pone el techo a la pelota cubana?
Jorge Fuentes, jefe técnico de la (Federación Cubana de Béisbol, FCB) e Higinio Vélez, (Presidente de la FIB), quedan ante la prensa nacional y la afición en general como los máximos responsables del hundimiento de nuestro béisbol. Sin embargo, no son los únicos atrapados en la postura triunfalista y ortodoxa imperante desde 1962, año en que Fidel Castro sepultó la Liga Cubana de Béisbol.
Víctor Mesa, en su periplo de entrenamiento con la selección cubana por Japón, previo al III Clásico, dijo: “Siempre apoyaría que nuestros jugadores experimentaran en diferentes ligas extranjeras, excepto en los Estados Unidos, debido a las actuales sanciones económicas impuestas a Cuba. El mejor lugar sería Japón”.
Parafraseando a la periodista oficial Julia Osendi, no perdió Villa Clara en Isla Margarita, perdió Cuba. 235 de promedio de bateo, último lugar en pitcheo y fildeo, y 6,62 como promedio general de carreras limpias (CPL), ponen al relieve el epicentro de los errores de nuestro béisbol.
Al finalizar el II Clásico Mundial de Béisbol, en su “reflexión” titulada La importancia moral del Clásico, Fidel dijo: “El equipo de Japón nos ganó el día 15 porque sin duda cometimos errores de dirección en aquel punto, a miles de kilómetros, donde es casi imposible para Cuba influir en la dirección de su equipo”.